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Nuevamente estamos ante hechos de sangre ocurridos en el VRAEM, como consecuencia de los enfrentamientos entre nuestras Fuerzas Armadas y Policiales con los terroristas y narcoterroristas que campean en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro.

Desde hace décadas, el Estado se encuentra en lucha permanente contra lo que se ha denominado “remanentes” del terrorismo, luego de ser vencida la cúpula central de Sendero Luminoso, conducida por Abimael Guzmán Reynoso, el camarada Gonzalo, así como los rezagos del MRTA principalmente en el valle del Huallaga.

El ciudadano común y corriente, no logra entender el motivo por el cual un puñado de antisociales y delincuentes tiene en vilo a nuestras Fuerzas Armadas y a nuestra Policía Nacional. El motivo no es singular, es un cúmulo de motivos que se cruzan y complementan.

La primera de las motivaciones es porque los terroristas están aliados con los narcotraficantes, que gozan de gran respaldo económico y que por ello con facilidad compran conciencias y voluntades.

La segunda de las causales es la carencia de voluntad política para hacerlo. Ella ha tenido altibajos y cuando más se ha combatido al narcoterrorismo en el VRAEM ha sido en el segundo gobierno de Alan García.

Otra de las motivaciones es que las acciones de interdicción en el VRAEM pueden dejar sin vida o heridos, no solo a terroristas sino también a soldados y policías, en adición a daños colaterales. Lo que debería preocuparnos es el silencio, pues cuando no se combate no hay caídos ni heridos. El combate deja bajas en ambos lados.

Las investigaciones fiscales y procesos judiciales que se abren después de los combates, son interminables, duran hasta décadas en que los investigados y/o procesados pierden oportunidades de ascenso, tienen que endeudarse para su defensa, sus hogares pierden tranquilidad y siempre pende sobre sus cabezas el peligro de sentencias privativas de libertad por largo tiempo.  Ello simplemente por cumplir los mandatos de la patria, sino recordemos que el proceso contra los héroes del operativo Chavín de Huántar duró 17 años y, el de la recuperación de El Frontón ya lleva 37 años y francamente es indignante, por decir lo menos.

También influye en la percepción de no hacerse lo suficiente, el hecho que lamentablemente no se cumplen los plazos en el Poder Judicial, así como tampoco las disposiciones que eximen de responsabilidad penal (artículo 20 del Código Penal y Ley 30151).

Lo peor es que cuando accionan Fuerzas Armadas y Policía Nacional, inexorablemente son acusadas de mal empleo de las armas, como si tuviesen el don de predecir las armas que tendrán en uso los narcoterroristas, para no emplear armas superiores.  Ello es absurdo y tendrá que corregirse pues hasta una piedra puede ser tan letal como una bala.

Se hace necesario que, de una vez por todas, se tome la decisión de operar en serio y terminar con el flagelo de los remanentes terroristas.  Hoy tenemos dos nuevos héroes: Edin Vásquez y Marden Valqui. No aumentemos el número.

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