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El actual Gobierno le ofreció a la Organización de Estados Americanos, realizar su 52° Asamblea en el Perú y, estuvo erre con erre hasta que logró que ella estuviese albergada en Lima.

¿Cuál ha sido el propósito gubernamental de ofrecer a nuestra patria, como sede de la citada Asamblea de la OEA?  Ciertamente no lo sabemos, aunque podemos intuir que ha sido para concientizar a la población que el gobierno presidido por Pedro Castillo es bien considerado por los Estados de nuestro hemisferio.

Muchos se comieron el cuento, y ello es muy posible dado que han visitado la capital peruana para concurrir a la Asamblea internacional, 34 delegaciones, muchas de ellas presididas por el respectivo canciller y con participación de los representantes permanentes de cada país ante dicho organismo multilateral.

La organización, preparación y ejecución del evento, pues impecables, no siendo ello nada raro pues conocemos del profesionalismo de nuestra Cancillería y del staff diplomático peruano.

En cuanto al contenido del evento, como ya es usual, con los mejores propósitos y con una ambiciosa agenda, lo cual evidentemente contrasta con los resultados de la reunión que han sido anodinos. En resumen, la nada con buen envoltorio, papel celofán y lacitos. Podría simplificarse el comentario diciendo que la Asamblea fue incolora, inodora, insípida e irrelevante.

Tan anodina ha sido la reunión que los medios de prensa, cuando se han ocupado de ella, lo han hecho como tema secundario y, cuando ha concluido la reunión de tres días en suelo nacional, lo que han destacado es una investigación al Secretario General de la OEA, ex canciller uruguayo Luis Almagro, por supuestamente tener una relación amorosa o sentimental con una funcionaria de la organización que él conduce, como si un tema por lo demás personal tuviese la relevancia que se le ha querido otorgar.

Las intervenciones del mandamás de la OEA, llenas de generalidades y lugares comunes, insistiendo en la necesidad y conveniencia de enfrentar las injustas desigualdades y discriminaciones, aunque olvidando que la igualdad tiene que ser de oportunidades y punto, y que corresponderá a cada persona y grupo humano, avanzar según los méritos que pueda alcanzar en el camino. Dentro de tanta generalidad, si insistió en los problemas migratorios de la región, lo que francamente es preocupante.

Como grata sorpresa, el presidente peruano mencionó la “igualdad de oportunidades, sin discriminaciones”, esperando que se mantenga el concepto pues es imposible que todos seamos iguales, la igualdad solo puede ser de tener las mismas oportunidades, como son sobre todo salud y educación, pero cada cual avanzará según sus propios esfuerzos y méritos.

Sonó a música de los dioses el reconocimiento que “el Perú es eminentemente minero”, así como la afirmación de no ser comunista y que “no hemos venido al gobierno para expropiar a nadie”. Quisiéramos creerle, pero tiene que demostrarlo.

El mandatario peruano destacó las graves consecuencias de la corrupción, omitiendo por supuesto que en su entorno hay ropa tendida, como se dice en el argot popular. Demandó que la salud y educación no sean solo servicios sino derechos constitucionales, aunque nadie le sopló que ello ya está señalado los artículos 7 y 16 de la Constitución, que sin motivo valedero quiere cambiar.

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