En la región Arequipa, el trabajo infantil y juvenil no solo persiste, sino que se afianza como una expresión cotidiana de la desigualdad. Se trata de un problema estructural que ha dejado de ser visible solo en contextos rurales o de extrema pobreza y se manifiesta con claridad en centros urbanos, zonas comerciales y espacios cotidianos de la ciudad.
La actividad laboral de menores ya no sorprende en Arequipa, y se ha naturalizado su presencia en ferias, calles y comercios. Esta normalización responde a un contexto social en el que los hogares, atrapados entre la informalidad y el desempleo adulto, trasladan la necesidad a los más jóvenes. Una decisión que se toma sin respaldo, sin garantías, y que transforma la infancia en un terreno de sacrificio constante.
El trabajo infantil en cifras: edades tempranas y escenarios extremos
En Arequipa, entre 14 y 16 menores son detectados cada mes en situación de trabajo infantil, de acuerdo con los reportes de la Subgerencia de Promoción Social de la Municipalidad Provincial. La mayoría realiza labores de venta ambulatoria o pide limosna en la vía pública, muchas veces en horarios nocturnos. Incluso se han identificado casos de niños desde los 5 años en estas actividades. Esta exposición temprana al trabajo, sin protección institucional, compromete su desarrollo físico y emocional.
A nivel regional, el problema se profundiza. El 21 % de los menores en Arequipa ya se encuentra en situación de trabajo infantil, con mayor incidencia en distritos altoandinos como Atiquipa, Tapay, Choco o Pampamarca. Estas zonas enfrentan una histórica exclusión estatal y, en ellas, la inserción laboral precoz aparece como única vía de subsistencia. Las campañas del Gobierno Regional, como “¡Juntos contra el trabajo infantil!”, han sensibilizado a más de 120 familias, pero no han logrado un impacto estructural.

Comercio y ayudantías: oficios sin derechos ni futuro
Desde las primeras horas del día, adolescentes cargan productos en mercados u ofrecen golosinas en semáforos. Son trabajadores invisibles que sobreviven sin contratos, sin acceso a salud y sin respaldo institucional.
El comercio ambulatorio es uno de los sectores con mayor presencia infantil y juvenil. En zonas como la plataforma Avelino Cáceres o avenidas transitadas, muchos menores trabajan junto a sus padres para vender productos.
Por tanto, su desempeño escolar es insuficiente y su futuro laboral se ve comprometido, pues difícilmente podrán escapar de la lógica de la subsistencia diaria que ya han comenzado a practicar.
Ausencia estatal y precariedad estructural: una generación sin respaldo
Las políticas públicas implementadas no han logrado articular una respuesta efectiva frente al trabajo infantil. A pesar de iniciativas como ferias informativas, líneas de denuncia y campañas educativas, no se ha logrado una estrategia sostenida con enfoque territorial y de ciclo de vida. El Comité Directivo de Prevención del Trabajo Infantil fue reactivado en 2024, pero aún carece de presupuesto y personal suficiente para intervenir en los territorios más vulnerables.
Así, miles de niños y adolescentes trabajan sin garantías en la región, bajo condiciones que los exponen física y emocionalmente. Aunque el problema es visible y persistente, la respuesta institucional no ha logrado frenar su avance. Mientras tanto, una generación entera sigue laborando desde la informalidad, sin que se reconozcan sus derechos ni su esfuerzo.