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La cada vez más deplorable presencia de activistas veganos, animalistas y ambientalistas va tomando un cariz demencial. El ataque a las obras de arte en los museos con la finalidad de llamar la atención se va haciendo cada vez más frecuente. Las agresiones a los supermercados de bobalicones que llevan flores y realizan pompas fúnebres ante los frigoríficos de carne ya empiezan a dejar de ser pintorescos. Los casos de niños que mueren desnutridos en la primera infancia por la imbecilidad de sus padres que los obligan a ser veganos son alarmantes. La insufrible fusión de esta enajenación con el feminismo de aquellas que denuncian a los gallos como machos opresores y violadores de gallinas, o que las vacas son víctimas del machismo, ya es materia para una antología de la estupidez humana. A esto se suma la demencial idea del especismo, que atribuye iguales derechos a los animales que a los hombres.

Pero todo esto que hace veinte años hubiera sido materia para una comedia de humor negro es realidad. Una realidad que va creciendo con enorme financiamiento como parte de los delirios que pretende imponer el progresismo globalista. La inversión detrás por ejemplo de que dejemos de comer carne y comamos insectos es millonaria. Claro que todo esto mientras algún iluminado descubre los derechos de los grillos y las cucarachas y habrá que empezar a comer la carne sintética que ya se viene fabricando en impresoras 3D.

El asunto se torna más preocupante cuando se constata que no estamos ante la excentricidad de algunos marginales, sino ante una tendencia que se irá imponiendo por ley.

Para muestra lo que viene sucediendo en Alemania donde la organización de derechos de los animales PETA culpa a la masculinidad tóxica, por el amor masculino por la carne a la parrilla y exige la supresión de los derechos de procreación de los hombres carnívoros.

El director de PETA-Alemania, Daniel Cox, emitió un comunicado en el que comentaba los hallazgos de un estudio de su organización que decía entre otras perlas que “hay pruebas científicas de que la masculinidad tóxica también daña el clima. Por lo tanto, sería apropiado un fuerte impuesto a la carne del 41% para los hombres. Una prohibición del sexo o la procreación para todos los hombres carnívoros también tendría sentido en este contexto. Después de todo, cada niño que no nace ahorra 58,6 toneladas de CO 2equivalentes por año”.

Obviamente el absurdo del informe de PETA generó gran revuelo y Cox fue entrevistado en BILD, donde afirmó que «los hombres son mucho peores para el clima que las mujeres porque comen demasiada carne». Llamó a las mujeres a participar en una «huelga sexual» para «salvar el mundo», llegando en un extremo surrealista a decir «Si comes una vez al mes carne, también podrás tener sexo una vez al mes”.

Es decir, los pontífices del demencial veganismo, los que se sienten con iguales derechos que una rata o un pollo, aquellos que prefieren a un toro que a un bebé por nacer, ahora se quieren meter en nuestras camas.

The post Por: Luciano Revoredo / Dementes veganos, animalistas y ambientalistas appeared first on La Razón.