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Hernando de Soto anuncia que se quedará en Lima para enfrentar la amenaza comunista; los medios periodísticos limeños van acumulando puntos para derribar a ministros por izquierdistas y extremistas; estos mismos medios dan tribuna a políticos y expertos que endiosan el modelo y muestran lo inconveniente de las medidas del gobierno; el tridente de ultraderecha neoliberal en el Congreso (Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País) son un muro de contención que orquesta mociones de interpelación y tiene claro que el objetivo es la vacancia del presidente Castillo, enemigo del modelo.

Son algunas de las perlas que muestran la cruda y dura institucionalización del terruqueo. La meta es arrinconar al gobierno y debilitarlo todo lo que sea posible. Siendo la posición ideopolítica el lado que se considera más vulnerable. Tomemos como ejemplo la entrevista que en julio pasado Jorge Spelucín, dirigente de Perú Libre, concedió a Mávila Huertas. La periodista preguntó si el dirigente era marxista, pero la interrogante no tenía un fin político o de debate, era para demostrar que Spelucín estaba descalificado, equivocado, fuera de la realidad y que era un extremista subversivo. El tono inquisitorial y anticomunista era contundente.

De un tiempo a esta parte, se está tocando con extrema ligereza el tema del comunismo y el marxismo, asociándolo de modo acrítico con la subversión senderista. La estrategia es vieja: terruquear, simplificando argumentos, aprovechar el extendido desconocimiento de la población y el imperio del imaginario neoliberal. Es decir, izquierdista es igual a senderista. Vendría bien que los afectados con la campaña y otros sectores vinculados abran el debate e inicien una contracampaña que ilustre sobre el pensamiento de Marx, sus aciertos y vacíos, su aplicación a la realidad peruana y las formas contemporáneas de las ideas socialistas en el mundo. Pues quedarnos con la versión propagandística de la campaña anticomunista hace mucho daño al espectro político de izquierda en el país. Se requiere capacidad de reacción y respuesta.

Pero, hay un pequeño gran detalle, el gobierno no tiene las herramientas políticas, ideológicas y comunicativas para responder. Y aquí viene un dato relevante. El antropólogo Carlos Iván Degregori, realizó un estudio principalmente en universidades provincianas con el fin de investigar sobre la expansión del marxismo-leninismo en el Perú. ¿Qué encontró? Que tales ideas se han extendido de modo simplificado, elemental, básico. Algo así como caricaturas. Degregori lo llamó “marxismo de manual”. Y bueno, no pocos izquierdistas provincianos han bebido y siguen bebiendo de ese marxismo para dummies. El ideario de Perú Libre es un claro ejemplo.

No se crea que del otro lado, desde la derecha neoliberal, las cosas son diferentes. Solo para regresar al pintoresco De Soto. Sus ideas se estudian en universidades europeas, pero ¡oh, sorpresa! No para exhibir la brillantez de sus planteamientos, sino para aclarar la mecánica de una teoría económica fallida. Así que en medio de la orfandad de ideas y el desierto de lucidez, solo queda apostar por las pequeñas islas de calidad que tiene nuestro país. Y ellas se encuentran en el espacio ciudadano, en los centros de estudios de probada idoneidad y en las diversas organizaciones que toman en serio nuestra realidad nacional. Entonces, ante la campaña anticomunista y los vacíos de reacción, queda fortalecer los espacios alternativos de análisis y propuestas, de formación e información, que van más allá de nuestra mediocre política oficial. Felizmente existen, es cuestión de seguirlos.

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