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Harto conocida es la costumbre de algunos delincuentes que asaltan y roban que, al ser descubiertos en flagrancia, uno de ellos señala en otra dirección y dice ¡ALLÁ VAN!”, con lo cual, como galgos detrás de la liebre, corren policías, serenos y vecinos en dirección contraria a la de la huida de los verdaderos ladrones.

Hasta antes de la liberación de Antauro Humala, todos los reflectores estaban puestos en el Palacio de Gobierno y sus actuales inquilinos presididos por el profesor Pedro Castillo. Nadie se ocupaba de otra cosa, todo tenía que ver con la familia presidencial, así como de sus estrechas amistades que estaban asociadas a ciertas o supuestas inconductas.

Ningún escándalo, por más serio que fuese, podía bajar la intensidad de la atención ciudadana sobre el presidente en ejercicio; no lo ha logrado ni siquiera los desatinos y erradas expresiones de su primer ministro, como tampoco su concurrencia a informar sobre el particular al pleno del Congreso de la República.

Con la salida de Antauro Humala del penal en que cumplía sentencia privativa de libertad por delitos tan graves como secuestro y homicidio de cuatro policías en la acción sediciosa de Andahuaylas, en los primeros días del año 2005, la atención de gran parte de la prensa y de la ciudadanía ha tornado sus ojos sobre el comandante en retiro Humala, dejándose de ocupar con la hostilidad conocida frente al profesor Castillo Terrones.

Evidentemente la variación del foco de atención de Castillo a Humala, es temporal, pero le viene al primero como anillo al dedo, pues le permitirá bajar los decibeles de la crítica y que por breve término se ocupen de otro actor político y no de él y su entorno. Estamos evidentemente frente a un “ampay me salvo” temporal.

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Téngase bien en claro que con esta columna no se pretende fortalecer el cambio de visión ciudadana, sino simplemente observar la realidad, aunque agregando que no hay que quitar atención al gobierno central como tampoco a Antauro Humala, que ha acreditado hasta la saciedad que no cree en el sistema democrático, aunque pretende subirse a él para sus claros, aunque inconvenientes propósitos.

Si la liberación de Antauro Humala por redención de pena motivada en estudios y trabajo está o no arreglada a ley, es algo que tendrán que discutir y discernir los especialistas en Derecho Penal y Penitenciario, así como las autoridades jurisdiccionales, quienes también tendrán que definir la relación de aquello con la pena de inhabilitación y los impedimentos para actividad electoral en el futuro.

En lo que no hay duda es que la mayor severidad para el trato de la criminalidad organizada a que se refiere la Ley 30077 no puede aplicarse a delitos realizados con anterioridad para los que estaba vigente otra normativa, bastante menos dura, pues la retroactividad penal solo se atiende de ser benigna, esto es más favorable al imputado.

Guste o no, hoy hay un nuevo actor político que los sectores democráticos no deben ignorar.

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