Super Mensajes

Por: Justo Carbajal Aguirre
Experto en logística

Un clic y al fin compraste esa mesa por internet ¡Y listo! La tienes al día siguiente en la puerta de tu casa. No. No es magia, es logística. Aquel campo de acción que pocos ven, pero que en este preciso momento está moviendo millones de productos en el planeta. 

En el siglo anterior se discutía a menudo sobre la cadena de suministro en el campo logístico, sin embargo, con el pasar de los años entró en vigencia un concepto mucho más integral: la cadena de valor. Aunque ambas se aplican a menudo, hay una diferencia considerable entre ellas.

En términos generales, la cadena de suministro es un proceso meramente industrializado que busca llevar el producto y posee una visión muy plana proveedor-cliente. Sin embargo, en la cadena de valor –propuesta por el brillante Michael Porter– cada fase añade valía a las materias primas. Es decir, el enfoque está orientado al producto último, el que recibe el consumidor final.

Mientras que la cadena de suministro se da por partes, en una cadena de valor las actividades están interrelacionadas y generan una ventaja competitiva. Otro aspecto valioso de esta última es que va ligada a la gestión empresarial y posee una visión más integral, donde considera socios a sus clientes y donde se enfoca en satisfacer al consumidor final y no solo al siguiente proceso del eslabón.

DISCUSIONES DE LA INDUSTRIA MODERNA

Si bien Porter –el profesor con la más alta categoría de Harvard– planteó un antes y un después en las actividades productivas con la cadena de valor, el nuevo gran dilema es cómo aplicar este método con un enfoque empático.

En alguna oportunidad anterior sostuve que nuestro rubro tiene sí o sí un carácter colaborativo que se debe aplicar en todas las esferas, ya que las fallas siempre se deben a la falta de cooperación y la ausencia de visibilidad de los procesos. Y esto lo ratifico enfáticamente. En el rubro es necesario que los líderes trabajen arduamente en su empatía, aunque no sea una virtud muy fácil de conseguir.

Se habla mucho del “crecimiento de una empresa” y esto siempre es medido en cuanto a ingresos, al número de personal, a la proyección de crecimiento, etc. Sin embargo, estos diagnósticos no toman en cuenta que el crecimiento no solo se circunscribe a los costos, sino a que la empresa mejore también los sistemas de trabajo en cooperación con otras. 

Logística colaborativa es, en esencia, el poder asociarte con alguien para ser mucho más eficiente. Esto se da a menudo cuando, por ejemplo, se acuerda una carga consolidada o cuando en el campo marítimo se comparten rutas navieras.

Si nos ponemos a pensar detenidamente, las relaciones colaborativas son la base fundamental de las operaciones logísticas. Todo se traduce en eso. Más aún cuando hay un contexto adverso, con muchas dificultades burocráticas y con una demanda en crecimiento sin precedentes, como lo que ocurrió en el 2020, cuando el E-commerce creció de 8% a un 20%. Un salto enorme. 

Las empresas logísticas empáticas deberían preocuparse también en la visión de usuario y en el nivel de satisfacción y experiencia; evitar errores tales como las entregas parciales o la mala atención de reclamos y preocuparse por llegar siempre a tiempo.

Según el Banco Mundial, las deficiencias en nuestro campo logístico son dos a) la infraestructura y b) la cadena de frío. Me he referido a ambas en ensayos anteriores, pero esas dos taras sumadas al contexto de crisis por el virus, hicieron que el manejo de una empresa resulte más crítico en el Perú. Por ello, en las asociaciones está el secreto para mitigar los retos que asumimos en el sector logístico.

LOS FALTOS DE EMPATÍA

El 2020 sorprendió mucho con sus cortes de luz, con el cierre de puertos, el desabastecimiento de contenedores, el límite de horas de atención, los equipos de trabajo expuestos al permanente riesgo o la volatilidad en la demanda de productos. Como se sabe, las exportaciones cayeron en un 22%, mientras que las importaciones bajaron también en un rango muy similar, un 21%, según registra la SUNAT. 

A todo lo anterior, ¿qué medidas normativas se han dado desde el sector estatal? La más rescatable fue la aprobación del Decreto Legislativo N° 1492, una especie de “salvavidas del sector” aprobada en mayo del año pasado. Si bien el decreto buscaba reactivar las orientaciones de la logística del Comercio Exterior no pudo ser del todo efectivo ante la ausencia de su reglamento. 

No fue sino hasta 10 meses después en que el Ejecutivo aprobó la reglamentación de este decreto. Es así que el pasado 12 de febrero recién entró en vigencia esta norma. ¿Empatía en el sector gubernamental? Muy poca.

La demora del Reglamento provocó una serie de inconvenientes en el sector, ya que en ella se iban a establecer los mecanismos alternos para reducir las diligencias presenciales y la manera en que las entidades públicas atenderían electrónicamente los procesos administrativos. El Reglamento también efectúa modificaciones en la Ventanilla Única de Comercio Exterior (VUCE),herramienta que aún necesita ser más potenciada. 

En los más de 32 artículos del reglamento se definen también los métodos para reducir la asimetría de la información entre los operadores, la defensa de los derechos de las empresas logísticas y la transparencia de éstas en el comercio exterior. Es preciso señalar que a la demora se le deben sumar, además, los plazos de la implementación establecidos en el anexo. ¿Por qué tardaron tanto?

Esperemos que la flamante Comisión Multisectorial para la Facilitación del Comercio Exterior coordine óptimamente con el sector y que las sanciones –las cuales se impondrán dentro de 4 meses– sean aplicadas de manera razonable y siempre de acuerdo al nuevo reglamento.

El 73% de las empresas del Comercio Exterior son PYMES. Por lo tanto, las políticas que se imparten desde el Ministerio Comercio Exterior y Turismo deben orientarse a generar mejores condiciones de crecimiento. La ministra Claudia Cornejo Mohme, más allá de distraerse en cuestionamientos políticos –por su parentesco con el exmandatario u otros asuntos incidentales– debe enfocarse en lo urgente: analizar profundamente el sector, generar un diálogo permanente y establecer mejoras normativas sin tanta tardanza burocrática.

Los ecosistemas de colaboración no deben ser exclusivos de las empresas privadas, sino que el Estado ya debe empezar a asumir su papel activo en este acto “de magia” que –en este duro contexto de emergencia– se torna más urgente que nunca. 

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