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1962, voz a capela. Es el nombre del archivo que recibió. “Ese arar en el mar” en una versión única. Chabuca Granda y su voz, a solas.

Ha sido grabada en España, Argentina, Chile y en Perú, pero la que le entregó Teresa Fuller, la hija de Chabuca, tiene otro tono, otra escala y la canta diferente. Abrió el archivo y, como él dice, empezó la cirugía. Chabuca Granda, su voz y la compañía del piano y el canto de José Luis Madueño.

Esta versión de “Ese arar en el mar” es casi un feat, como se les dice ahora a las colaboraciones entre artistas. Solo que en esta interpretación no se reúne a Granda y Madueño con inteligencia artificial sino con la inteligencia natural. Pieza que estrenará en vivo mañana viernes como parte del show Norteando, desde las 9:30 p.m., en Lima 39 (Av. Carlos Izaguirre 1296, Lima Norte).

Pero primero fueron los valses de Chopin. Sus tres hermanos y él entraron, a la vez, a clases de piano clásico. Su padre, el notable músico Jorge Madueño, se percató de que sus hijos mostraban interés por el piano de la casa. Y su madre les dio las primeras lecciones. Como había madera, los llevaron con la profesora. José Luis tenía 8 años.

A los 12, ya escribía música. A los 13, no salía de casa. Sus amigos lo buscaban para jugar, él estaba en su propio patio de juegos: transcribiendo música en partituras y componiendo. Su madre le abría la puerta y le decía: “Ya, sal a la calle”. A los 14, era músico profesional, combinaba sus estudios de segundo de secundaria con sesiones de grabación en las que lo contrataban. A los 17, tocó con todos los artistas que pudo. Pero a los 23, renunció al mundo y se dedicó a él.

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¿Por qué Chabuca esta vez?

La buena música va a vivir siempre. Algunos dicen por qué las sinfónicas se afanan en tocar a Mozart, Bach o Vivaldi…

¿Por qué elegiste “Ese arar en el mar”?

Es una canción muy evocativa, con una poesía muy bonita, la melodía es hermosa. Y lo que tiene de nuevo es que no hay voz de Chabuca con piano. Además, tengo un compilado de canciones de Chabuca que quiero producir en un álbum, pero con versiones inesperadas. Y esa es una de las que está.

Cuando tu padre trabajó con ella, ¿llegaste a verla?

Yo acababa de nacer cuando estaban trabajando la misa criolla. Pero en casa se cantaba música criolla, y mi papá tenía sus valses, que es un plan (publicarlos) que está encaminado. Y a los 17 años llegué a Eva Ayllón, pero ya venía tocando valses criollos desde los 11 y los valses de Chopin los tocó desde los 9. A los 9 empecé con los valses de Chopin antes que con los valses criollos. Fue muy natural.

¿Cuándo llegó Chabuca?

En casa yo escuchaba los valses de mi papá y de Víctor Merino, gran compositor y pianista. Víctor iba a la casa y mi papá le grababa sus valses en una grabadora de cuatro canales. Yo estaba ahí paradito. Víctor se iba a su casa y yo le decía: “Papá, pásame eso”. Mi papá me lo grababa en un casete y yo me ponía a transcribir el piano de Víctor Merino tocando valses que eran archimodernos.

Típica figura del niño genio.

Empecé muy chico. Pero me salí del piano clásico a los 12 años; porque tenía que iniciar una búsqueda y esa era empezar a transcribir todo lo que me gustara que yo escuchaba en la radio.

¿Qué transcribías?

Todo. Billy Joel, Bee Gees, Led Zeppelin, ABBA, Manzanero. Le dije a mi papá que quería escribir música. “Tú ya sabes. Hace cuatro años que lees música clásica. Si sabes leer, sabes escribir”, me dijo. Y lo empecé a hacer, tenía toda la razón… Y la Chabuca que conocí al principio es la Chabuca que conoce todo el mundo. Pero yo sigo descubriendo a Chabuca Granda.

José Luis Madueño y el piano. (Foto: Javier Zapata).
José Luis Madueño y el piano. (Foto: Javier Zapata).

¿Tu padre (que falleció en agosto de este año) se enteró de que querías trabajar en esta canción de Chabuca?

No, ya no, él ya estaba con Alzheimer. Esta canción la grabé hace dos años, pero me enfrasqué en otros proyectos. Mi padre estaba con Alzheimer desde 2015 o 2016.

En un video David Bisbal le canta a su padre con Alzheimer y es impresionante cómo ‘recupera’ cierta noción de realidad con la música.

Yo le he estado cantando hasta el último día, le he llevado guitarra, le he estado cantando sus valses.

¿Y causaba algún efecto?

Él ya no hablaba, pero se le salía una lágrima de emoción. Estaba sintiendo. Es real, la música conecta.

Teniendo a Pelo (tu hermano) que ha desarrollado una carrera más del lado ‘comercial’, ¿no te has cuestionado elegir el camino de unas músicas más de ‘culto’, que parece un trayecto más largo tal vez?

Es una pregunta que uno siempre se hace, sobre todo cuando haces música instrumental. Entonces, en 2016 saqué un disco de música popular, que se llama Conversiones, donde todos son valses peruanos, pero los he cambiado de ritmo a música popular latina. Ahí canto con Andrea de Martis. Y está en proyecto un disco con mis canciones para 2024.

Ya está claro que eres uno de los grandes músicos que tenemos, pero creo que falta que más gente se entere.

En la sierra me conocen los músicos por mis trabajos con mi banda Wayruro; otros por Conversiones; otros quizás por Chilcano, el álbum de latin jazz que hice en Estados Unidos. Son distintos trabajos con distintos públicos. No he estado pensando en desarrollar un público, simplemente he abierto el caño y he sacado lo que había.

A veces el camino de la música es como arar en el mar.

La obra hay que sacarla y que llegue hasta donde pueda llegar. Yo le doy todo el amor, el impulso y la entrega.

AUTOFICHA:

-“Soy José Luis Madueño Vizurraga. Tengo 54 años. Ingresé a la universidad a estudiar Ingeniería Industrial. En reflexiones con la madre, me decía que debía tener una carrera de backup. Hice la universidad en casa porque mi papá me hacía trabajar en sus arreglos musicales”.

-“Cuando salí del colegio ya escribía para orquestas. Pero me metí a la Universidad de Lima, y después de un año y medio de tontear, porque me la pasaba ensayando para los conciertos con Eva Ayllón, Gian Marco y más, me retiré. Soy autodidacta también”.

-“He tocado con mucha gente local y de afuera. Salí del colegio y toqué con Palito Ortega, María Martha Serra Lima, Armando Manzanero, no le decía no a nadie. A los 23, quería desarrollar mi lado de compositor y gestor; y a los 26, saqué mi primer álbum, grabado en EE.UU. con Alex Acuña y John Patitucci “.

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