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En el Día Internacional de la Mujer debemos rendir homenaje, en primer término, a las mujeres peruanas que libran batallas diarias por sacar adelante a sus familias en medio de la crisis económica, desde los estratos más vulnerables de la sociedad.

Nos referimos a las emprendedoras que con su inventiva y empuje se las arreglan para defender y proyectar sus negocios, por ejemplo, en el emporio comercial de Gamarra, pero también a esas madres, hermanas y abuelas que se desviven por alimentar a sus familias y comunidades a través de las ollas comunes.

La de estas mujeres es una lucha tenazmente sostenida pese a la falta de apoyos oficiales para enfrentar las adversidades que acarrean el debilitamiento de la economía y la violencia descontrolada que vive el país. Y, sin embargo, ahí están ellas, volviendo cada mañana a sus puestos para comenzar de nuevo, a veces arriesgándolo todo, incluso su propia integridad física. Esas son nuestras heroínas de hoy.

En el Perú de estos días es un mérito que se redobla pues, como lo demuestra la encuesta de Ipsos que hoy publica Perú21, pareciera que, al mismo tiempo, como contraparte, vivimos en un país hostil con el género femenino. A la pregunta sobre los principales problemas que aquejan a niñas y mujeres peruanas, cinco de los seis más mencionados se relacionan con la violencia: acoso sexual, violencia física, violencia psicológica, violencia sexual y feminicidio.

Sin ir muy lejos, en la más horrenda de estas manifestaciones, el feminicidio, los guarismos son escalofriantes. El año 2022 se cerró con 147 casos de feminicidio, mientras que en 2023 fueron 165. Y en lo que va de este año, ya ascienden a 22 los episodios de esta naturaleza.

Con semejante entorno es poco lo que se puede agregar al desafío de ser mujer en el Perú actual. Y es evidente la responsabilidad de las élites y el poder político en la urgencia de asumir esta realidad para comenzar a cambiarla. A transformarla desde los cimientos, es decir, desde los primeros años escolares, no importa los que aleguen ideologías ultramontanas, como las que se han empecinado en tumbarse la reforma educativa.

Solo con una educación enfocada en los problemas específicos de niñas y mujeres peruanas es que esta tenebrosa situación de violencia y abuso puede comenzar a revertirse.

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