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Todo comenzó con un registro domiciliario en Bergisch Gladbach, en octubre de 2019. Los teléfonos móviles y los ordenadores que los investigadores encontraron en la casa del padre de familia Jörg L., un reconocido chef, fueron la puerta de entrada a un mundo tenebroso y difícil de asimilar, la red criminal pedófila más grande descubierta en Alemania hasta la fecha.

Un reconocido chef y empresario, era la figura central del complejo de abusos de Bergisch Gladbach

Al principio, la policía de Colonia destinó 30 agentes que se dedicarían en exclusividad al caso, pensando entonces que se trataba de un gran despliegue. Pero en vista de la gran cantidad de datos y registros de chat que debían evaluarse, quedó pronto en evidencia que era demasiado poco. Las dimensiones del caso propiciaron la creación de una unidad especializada BAO Berg con responsabilidad a nivel nacional.

BAO significa «estructura organizativa especial», un gran equipo de investigadores con una estructura de mando específica que la Policía suele utilizar únicamente para la toma de rehenes o los ataques terroristas. Esta unidad se disuelve ahora, 26 meses después, tras la presentación del informe definitivo sobre el caso. «Ha sido la BAO más larga de la historia», dice el jefe de Policía de Colonia, Uwe Jacob, «con hasta 347 policías asignados y nueve fiscales trabajando en todo el país».

El saldo de sus pesquisas nos permite asomarnos al más oscuro de los pozos de la inmundicia humana: un total de 65 niños han sido durante estos tres años identificados y liberados de las situaciones de abuso sistemático al que eran sometidos por una red de pedófilos cuyo objetivo era el lucro. Los niños tienen entre 1 y 17 años. La víctima más joven tenía apenas tres meses cuando fue violada ante las cámaras para vender el vídeo a través de internet.

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FOTOGRAFIABA Y DIFUNDÍA SUS PROPIOS ABUSOS

Unas imágenes denunciadas por un usuario de internet llevaron a la policía al chalé unifamiliar de Jörg L., que terminaría resultando una de las figuras más destacadas de la red y que fue condenado a doce años de prisión en 2020 por el Tribunal Regional de Colonia.

La sala penal dio por probado que Jörg L. violaba regularmente a su única hija, víctima de «abusos severos» desde los tres meses hasta los tres años de edad, momento de su liberación. Fotografió o filmó la mayoría de los crímenes con su teléfono y pasó las grabaciones a compañeros de chat de tendencias afines. La primera agresión de la que hay constancia documental data del 23 de julio de 2018. La niña tenía en ese momento un año y tres meses y acababa de aprender a caminar.

En varias ocasiones, Jörg L. había llevado a su hija con él a reuniones con el también condenado compañero de chat Bastian S., de Kamp-Lintfort. Los dos hombres se habían reunido en un spa, en el complejo de ocio Sea Life o para una barbacoa, encuentros a los que Jörg L. llevaba también a su hija, siempre en ausencia de la madre. Tomó innumerables fotos y vídeos de las agresiones que se repartían después en chats de hasta 1.800 participantes. La Policía encontró cantidades ingentes de pornografía infantil que tenía su origen en la actividad de este hombre, que tiene ahora 44 años.

Llevó casi 90 minutos la lectura del pliego de acusación, el primer día del juicio. Gran parte del proceso, que incluyó su confesión, el testimonio de su esposa y el testimonio del perito en psiquiatría, se llevó a cabo a puerta cerrada para proteger a la privacidad de la niña. El abogado de Jörg L. alegó que el acusado había pensado ingresar 50.000 euros en una cuenta bancaria a nombre de su hija como «reparación de daños». Cuando el perito psiquiatra le preguntó qué daño creía que había causado, respondió: «La vida de mi mujer y de mi hija están jodidas».

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El juicio ha dejado establecido asimismo que el cocinero de formación y especialista en hostelería era la figura central del complejo de abusos de Bergisch Gladbach, porque era él quién establecía los innumerables contactos digitales con otros hombres que dieron lugar a la red. La Policía ha identificado 439 sospechosos y el poder judicial ha emitido sus primeras 13 condenas, pero llevará años completar las investigaciones. Todavía hay 30.000 rastros de sospechosos, escenas del crimen y víctimas que no han podido ser identificadas.

 

ENTORNO FAMILIAR MÁS PRÓXIMO

«Hemos identificado sospechosos de todas las clases sociales», explica el jefe del grupo de investigación Michael Esser, «gente que se ganaba bien la vida y personas muy instruidas, así como gente humilde». En la mayoría de los casos, los sospechosos actuaban en el entorno familiar más próximo. Entre ellos figuran varias mujeres contra las que, sin embargo, no ha sido posible por ahora presentar cargos.

Han sido llevadas a cabo 27 detenciones en toda Alemania, 13 de ellas en Renania del Norte-Westfalia, y muchos casos han sido traspasados a policías de otros países, en EE. UU., Finlandia, Suecia, Holanda y Suiza. Según el fiscal jefe Markus Hartmann, jefe de la central Cybercrime de Renania del Norte-Westfalia, se han impuesto ya un total de más de 80 años de prisión, dos acusados murieron antes de que pudiese celebrarse su juicio y todavía quedan procesos pendientes.

El BAO Berg ha confiscado a lo largo de estos meses casi 4.800 soportes de datos en viviendas familiares. En un caso, los dispositivos de datos estaban escondidos detrás la encimera de la cocina. No se puede cuantificar la cantidad total de datos incautados: más de 133.000 fotos y casi 1.400 videos estaban almacenados en un solo teléfono móvil. Tras la disolución de la BAO, muchos rastros que aún están abiertos están siendo seguidos por un equipo de investigación permanente especializado.

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