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Una gran mayoría de los peruanos tiene una mala o muy mala imagen del funcionamiento de los tribunales y las fiscalías. A pesar de los esfuerzos de jueces y fiscales honestos y abnegados, prevalece la sensación generalizada de un sistema penetrado por la corrupción, paralizado por la sobrecarga procesal y bajo presión de los poderes de turno.

El caso del Vocal Supremo César Hinostroza quedará en la memoria colectiva como el de un magistrado que llegó a la cúspide de su carrera antes de convertirse en un prófugo de la Justicia primero en el Perú y luego en España.

A lo largo de nuestra historia han existido múltiples promesas de reforma, la mayor parte de las cuales desembocaron en el reforzamiento del control político sobre los procedimientos judiciales. Un caso característico es la que anunció Alberto Fujimori, supuestamente para librarnos de la corrupción de la administración de justicia pero que no hizo sino confirmar la tesis según la cual un poder político autoritario tiende a acaparar todos los poderes y a erosionar la autonomía de las instituciones.

Esta vez, el riesgo es que la mayoría que controla el Congreso imponga una reforma que responda a intereses de parte y no a la necesidad de garantizar la autonomía, la transparencia y la eficiencia de jueces y fiscales. Sobre todo porque el Congreso está integrado por un porcentaje excepcionalmente elevado de personas bajo investigación o en vías de serlo.

Si bien es cierto que la Reforma debe ser hecha con y para los operadores de la Justicia, también es cierto que se deben mantener criterios de evaluación y control que escapen a los intereses de esos operadores, porque en toda profesión sucede que se desarrollan afinidades y hostilidades que exigen el papel de decididores ajenos a la profesión.

El caso más característico es la evolución de los tribunales militares de Justicia. Es bueno que el Congreso debata los lineamientos de una reforma, pero sin precipitación ni objetivos ligados a la coyuntura, tan polarizada en torno a la Junta Nacional de Justicia.

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