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El Jurado Nacional de Elecciones de Panamá proclamó anoche a José Raúl Mulino como presidente electo para el mandato que se inicia el próximo mes de julio. Mulino era solo candidato a la vicepresidencia en la fórmula encabezada por el expresidente Ricardo Martinelli, condenado por corrupción y lavado de activos. Pero, Martinelli huyó de la Justicia y obtuvo asilo en la embajada de Nicaragua, de donde no puede salir porque el gobierno panameño no le ha concedido un salvoconducto para viajar a Nicaragua, país que se ha convertido en verdadero refugio de políticos corruptos.

Aunque Mulino afirmó en su discurso de victoria que no será “el títere de nadie”, visitó durante la jornada electoral a su mentor Martinelli, hoy prófugo de la Justicia. Y durante la noche arremetió contra el Poder Judicial, contra la Fiscalía y por supuesto, contra la prensa independiente, sugiriendo que Martinelli es un perseguido político.

Sin embargo, los hechos son crudos y el desbalance patrimonial también. Dos de los hijos de Martinelli han cumplido condenas en Estados Unidos por casos de corrupción vinculados al millonario pago de coimas de la empresa brasileña Odebrecht.

El proceso electoral se ha llevado a cabo en un contexto de incertidumbre económica marcada por la pérdida del Grado de Inversión y la degradación de la calificación crediticia formulada por las Agencias especializadas. La deuda pública se ha disparado, sobre todo después de la anulación de un proyecto minero de más 6,000 millones de dólares. Para resolver los graves problemas del país o quizás para distraer,

Mulino propuso durante la campaña la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Mulino ganó la presidencial con poco más del 34% de los votos y tendrá una débil representación en el Congreso. ¿Podrá combatir contra la corrupción si ni siquiera reconoce la condena de su mentor Martinelli?

Más nos vale observar todos los elementos del populismo desencadenados en Panamá para evitar que nuestras próximas elecciones desemboquen otra vez en un gobierno incompetente, corrupto y degradador de la democracia. 

Las cosas como son