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“Es este tu país/ porque si tuvieras que hacerlo/lo elegirías de nuevo/ para construir aquí/ todos tus sueños.”

Sobre las paredes del Consulado General de Madrid, estaba yo leyendo este breve y a la vez inmenso poema de Marco Martos. De repente, sonó el teléfono anunciando un email y, ¡qué coincidencia! Era el mismo poeta quien me invitaba a participar en un gran libro dedicado a Vallejo con la editorial Sinco de Jaime Chihuán.

Quiere que participe en el proyecto– y me pide que además escriba “del impacto de Vallejo en los jóvenes escritores de Trujillo en los años sesenta, y de ese escoger el nombre de Trilce para su grupo literario”.

Me une a Marco una amistad vieja y fraternal y, por eso, comienzo con este texto que primero leerán mis queridos lectores de “Exitosa”. El año de mi ingreso en la Universidad de Trujillo fundé con otros amigos un grupo literario llamado “Trilce”. Además de querer cambiar el mundo, escribíamos cuentos, cincelábamos indolentes sonetos y tomábamos café hasta la madrugada.

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Ese año, conocí al filósofo Antenor Orrego, quien había sido el mejor amigo y el mentor de César Vallejo. Nuestro grupo lo invitó a venir a esta ciudad que también era la suya en sus años jóvenes, y él aceptó. Orrego había sido senador del Perú y rector de la universidad en la que ahora yo estudiaba. Además, su pasión por la libertad y la justicia social le había costado más de una década de prisión en los tiempos dictatoriales.

Tenía él 67 años. Yo, apenas 17. Creo que lo sometí a un interrogatorio. Le averigüé por la vida cotidiana de sus amigos: le pregunté dónde se reunían. Quise saber si bebían ajenjo, qué leían y qué música escuchaban. Le rogué que me contara si hacían espiritismo y bajo qué muro de Chan Chan se reunían. El viejo filósofo me respondió sonriendo:

-Eres un preguntón. Te voy a decir algo sobre ti, y recuerda que te lo profetizo. Dejarás de escribir poesía y escribirás cuentos y novelas. Escribirás nuestra historia, la del grupo Norte.

Seis meses después, don Antenor murió súbitamente. A mí me había dejado una profecía y una condena. El resultado iba a ser, varias décadas después, mi novela Vallejo en los infiernos. Ahora, por culpa de Marco y de nuestro compartido amor por el Perú, escribiré todo lo que sé sobre “Trilce”.

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