El campeón de Europa arrasa al Inter de Miami en una primera parte arrolladora.

La cabeza gacha, los brazos en jarra rumiando tras cada gol del PSG. Hasta cuatro en el primer tiempo. Una tunda en contra pocas veces sufrida en su carrera. Messi no está acostumbrado a esas palizas. Una gestión complicada para alguien al que casi siempre le ha tocado vivir enfrente de la portería vapuleada.

Messi y el Inter de Miami fueron arrasados por la arrolladora máquina de presionar y de tocar la pelota que es el PSG de Luis Enrique. No tuvo compasión el campeón de Europa con el 10 y sus compañeros. Los pasaron por encima con un arranque espectacular, pleno de robos y desequilibrio.

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En el segundo tiempo, el Inter no encajó más goles: el conjunto parisino sesteó. La segunda parte fue el refrendo de que Messi respetó uno de los códigos más sensibles del fútbol. Permaneció todo el partido en el campo pese a la humillación del primer acto. Importaba ya más defender el orgullo que el resultado. Messi, Busquets, Jordi Alba y Luis Suárez disputaron todo el encuentro.

Los cuatro, como Mascherano, técnico del equipo de Miami, se vieron defendiendo en medio de todo aquello que habían protagonizado en su plenitud como jugadores del Barça. Sin pelota, persiguiéndola como pocas veces lo habrán hecho en sus dilatadas y exitosas carreras; tratando de tapar espacios. Todos se vieron superados por la misma cultura estilística, con algunos matices, con la que conquistaron el triplete en 2015 bajo la dirección de Luis Enrique en el Camp Nou.