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A partir de mañana solo faltarán 32 días para la elección presidencial y congresal. Podemos saber ya quiénes pasarán a la segunda vuelta. Las encuestas confiables permiten observar algunas tendencias.

En primer lugar, hasta aquí se ha producido una decantación de candidaturas, De las 18 candidaturas inscritas hay 9 que es muy probable que no lleguen ni a 2% cada una, con lo cual perderán su inscripción en el Registro de Partidos Políticos. Aquí se ubican candidaturas como las de Salaverry, Humala o Santos que en las encuestas aparecen en el apartado jocosamente llamado «ni para el té».

La segunda tendencia es una polarización en bloques ideológicos de los ocho candidatos que recogen mayor intención de voto. La derecha representada por Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga y Hernando De Soto, ofrece mano dura, intolerancia y mucho más liberalismo económico; la novedad es el crecimiento de López Aliaga, a costa de sus otros dos pares restándole posibilidades a este bloque. La izquierda representada por Verónica Mendoza y Marco Arana propone democracia, límites a la gran minería, reforma agraria y más estatismo. En el centro, Lescano, Forsyth, Acuña y Guzmán coinciden en ofrecer intervención estatal para reactivar la economía, pero respetando el modelo económico; aquí hay matices, por ejemplo, entre Lescano que es más alérgico a la inversión privada y Acuña que él mismo es gran empresario.

La tercera tendencia a estas alturas es la imposibilidad de formular predicción cierta pues, todavía hay un cuarto del electorado que no ha definido su voto, lo cual quiere decir que cualquiera de los nueve primeros aspirantes a Palacio podría hacerse de la banda. Lo que si puede pronosticarse es que a partir de hoy empieza a jugar el criterio de «voto perdido». Esto es que, dentro de cada gran bloque, los electores irán eligiendo uno o dos candidatos favoritos a fin de que compitan con los representantes de los otros bloques.

Por ello en este período, para cada comando de campaña van a resultar claves dos factores. Uno, la capacidad de autocrítica, para reconocer los errores cometidos y rectificarlos en las cuatro semanas siguientes. El otro, la capacidad de conexión emocional con los electores, pues quien crea que la elección es un acto puramente racional se equivoca, dado que la conexión candidato-electoral es básicamente empática. No va a importar tanto qué digan en los debates sino cómo lo digan. Los dos candidatos que lo entiendan mejor serán los contendores de la segunda vuelta.