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Los tambores de guerra en el Medio Oriente generan miedo y tensión en el mundo entero, porque evidentemente una guerra en un contexto actual y a escala mundial significaría una carnicería sin precedentes. Con las armas destructivas con las que se cuenta hoy y la tecnología al servicio de la guerra, los daños en víctimas humanas y la destrucción serían indescriptibles. Porque, además, la exacerbación de la violencia es inherente al ser humano. Ya lo decía Hannah Arendt cuando hacía referencia a la banalidad del mal; explicaba cómo un sistema de poder político puede trivializar el exterminio de seres humanos sin medir las consecuencias y menos tomar en cuenta valores éticos y morales a la hora de infligir dolor y sufrimiento a otros seres humanos.

Pensé lo peor para estos días. Por eso no me atreví a escribir mi artículo de inicio de semana sobre el tema, porque temía que la deflagración mundial ya se habría dado, pero, con un poquito de esperanza, vemos que se está agotando la vía diplomática para evitar la catástrofe después del ataque de Irán sobre Israel, que en realidad fue una respuesta a la agresión que hizo el gobierno de Israel bombardeando la sede diplomática iraní en Damasco a inicio de mes.

Aquí hay una responsabilidad múltiple de diversos actores que incentivan la beligerancia en Medio Oriente y Oriente Próximo, por un problema histórico referente al conflicto israelí-palestino que no tiene visos de solución, y se ha llegado a niveles criminales de violencia exacerbada, primero con la acción terrorista de Hamás, asesinando y secuestrando, en octubre del año pasado, a un millar de israelíes, pero la respuesta no se hizo esperar y ha sido aún más salvaje de parte del gobierno de Israel, que ha aprovechado la circunstancia para destruir Gaza, con más de treinta mil civiles muertos, la mitad de ellos niños, mujeres y ancianos.

Y hay que ser firmes para expresar que el problema israelí-palestino no empieza el año pasado. Ya va a ser un siglo de un conflicto histórico que ha llevado a cruentas guerras y que hoy podría desencadenar una conflagración mundial. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tiene que exigir un alto al fuego y buscar por todos los medios el reconocimiento de dos Estados, uno judío y otro palestino. No hay otra salida para la paz.