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La muerte del expresidente Piñera ha demostrado la importancia que tiene el cargo de la Presidencia para un país. A pesar de los cuestionamientos que le hizo el Boric antes de asumir el cargo, no fueron impedimento para que no solo elogie, sino que reconozca que muchas de las críticas fueron excesivas. Otra imagen potente fue la de Boric junto a los expresidentes Frei y Bachelet, rindiendo honores al costado del ataúd de Piñera. Una imagen simbólica que representa lo que es una república.

Un presidente es el bastión de una república; representa la democracia y la soberanía. Es el faro que ilumina el rumbo que seguirá un país por un periodo de tiempo. Inspiran admiración no necesariamente por quiénes son, sino por la majestuosidad del cargo. Los expresidentes, así ya no ocupen el cargo, guardan un pedazo de simbolismo republicano. Es imposible desprender a la persona del cargo y lo que este significa.

Cuando Nixon renuncia antes de ser destituido y, probablemente, terminar preso, el presidente Ford lo indultó. Pero no lo hizo por complicidad, sino porque comprendió el trauma que sería para EE. UU. tener un expresidente enjuiciado y tras las rejas. Entendió que los expresidentes son parte de la cultura democrática e institucional de un país libre.

En el Perú, los expresidentes hicieron poco por irradiar el respeto que el cargo necesita. También influyó el escándalo Odebrecht, con fiscales que solo les importaba lucir a expresidentes presos como trofeos. Se farandulizó un proceso que debió ser llevado con suma responsabilidad, discreción y respeto por el bien del país.

Los expresidentes deben ser investigados, pero sus procesos deben cuidar la imagen presidencial. Enjuiciarlos implica un impacto negativo en la población que hace perder la esperanza en los liderazgos, como sucede en Perú, donde le pegan a congresistas o le jalan los cabellos a la presidenta y no pasa absolutamente nada

Por ello, los expresidentes peruanos, salvo Fujimori y Castillo por haber dado golpes de Estado, deben ser velados con todos los honores que el cargo y el país necesitan ver. Mellar la figura presidencial solo destroza más la autoestima del país. Porque, así no se lo merezcan, los expresidentes continúan personificando a la Nación, y el cargo está por encima de la persona.

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