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Detrás de la pequeña figura de Madeleine Gutiérrez Lupinta se esconde una poderosa voz de mezzosoprano y la actitud indomable de quien sabe lo que vale. Esta joven artista, que además es hija del querido y recordado Abelardo Gutiérrez, ‘Tongo’, ha logrado a punta de esfuerzo una beca de estudios en el Conservatorio Liceu de Barcelona, pero su preocupación principal es abrir espacios de apoyo a artistas que, como ella, están con las ganas de comerse al mundo.

En unos días te irás a la beca del Conservatorio Liceu de Barcelona, donde han pasado grandes artistas, como Montserrat Caballé. ¿Cómo la conseguiste?

Fue gracias a un acuerdo entre el Conservatorio Nacional de Música, que me apoyó muchísimo, y el Conservatorio Liceu, donde apliqué. Yo fui licenciada con 19 y he sido siempre una destacada alumna del Conservatorio Nacional. Mi primer año de ingreso fui solista con la Orquesta Sinfónica del Conservatorio.

Eres bastante joven, pero ya te has presentado en algunos escenarios internacionales como el Carnegie Hall en Nueva York y aquí en Perú en los principales teatros (Nacional, Municipal, Sala Alzedo); sin embargo, ahora te vemos luchándola sola para conseguir solventar tu estadía en Barcelona, porque la beca es solo de estudios. Es como si la frase de tu papá “sufre, peruano, sufre” fuera la norma.

Hacer arte en Perú es muy complicado. Por ejemplo, a veces los mismos cantantes, además de protagonistas de las obras son también los directores, los productores. Una vez tuve que ser productora de tres óperas, pero también cantaba, a la vez era vestuarista, diseñadora de arte, de escenografía. En este caso, que estaba organizando mi concierto, yo misma fui a armar el flyer, los mandé a imprimir. ¿Y qué me hago con un millar de flyers? Ok, hagamos algo. Entonces, vamos a repartirlos, dije. Es un trabajo muy complicado porque a veces no te reciben los volantes. Lo hice, y no solamente un día, sino varias veces, hasta ya me parecía entretenido: “¡El concierto de ópera se viene! ¡Concierto de ópera! ¡Concierto de ópera!”. La gente se detenía y preguntaba. Era muy entretenido porque tenías ese contacto directo con el público.

¿Cuándo y cómo descubriste tu talento para el canto lírico?

Lo descubrí a los 19 o 20 años, un poco tardío, porque jamás de niña había cantado. Mi ambición de niña nunca fue ser cantante. En el colegio cantaba, sabía que tenía afinación y que era buena, pero no era lo que me apasionaba en ese momento. Pero cuando tenía 16, 17 años empecé a escuchar mucha música, entonces vino la música clásica. Mi mamá me comentó: “¿Por qué no pruebas con la voz? Tu papá canta, yo canto, tú debes tener voz también”. Cuando descubrí el canto me dieron una partitura y me dijeron que las notas debían ser exactas y los ritmos también. Todo eso me pareció hermoso, como un reto personal.

Hay famosas mezzosopranos que se han dedicado a hacer pop como Adele o Lady Gaga. ¿Has pensado tal vez en cambiar de género musical?

No me gustan las fusiones de lírico pop o lírico con metal, o el metal sinfónico. A mí solamente me gusta cantar óperas, zarzuelas. Quiero pisar teatros, quiero estar ahí, sentir los fantasmas de ese teatro, los olores y sabores que pueda percibir ahí. Quiero ir a un camerino, sentarme ahí, escuchar el piano, la orquesta. Todo eso es mágico y es vivir.

Con ambos padres artistas y seis hermanos, ¿cuán difícil fue tu infancia?

Fue complicada. Hemos pasado por todas las etapas. Desde tener a mi padre con solvencia económica y darnos todo lo que le era posible hasta situaciones difíciles en casa. Me acuerdo de navidades o celebraciones especiales donde no teníamos cómo solventar porque éramos muchos. Pero creo que mi mamá y mi papá formaron un gran dúo para buscar la forma de sobresalir. Primero fue el de cantar cumbia en eventos, lo que rendía sus frutos. Ellos siempre nos alentaron a que estudiemos.

¿Estás viviendo tus sueños?

Los estoy viviendo ahora. Cantar en teatros. En el Metropolitan, La Scala de Milán. Me apasiona más el Metropolitan. No sé por qué, pero le tengo un cariño a Nueva York. Esos dos son los mejores teatros. Pero incluso cantando en el teatro más pequeño, para mí ya es algo cumplido. O sea, en ese aspecto yo pienso en grande, siempre pienso en grande, pero todo teatro es como un ser viviente para mí. Entonces, todos tienen algo especial, único, una magia, que es como dejar tu huella, y tu huella es tu voz que por ahí se quedará impregnada en las paredes del teatro.

Estás logrando tus sueños, pero no ha sido un camino fácil.

Yo soy una cantante de ópera que, sí es cierto, he tenido que pasar por momentos difíciles. No he tenido dinero, por ejemplo, para costear mis estudios en otros países. Sin embargo, ahora mismo tengo el apoyo de una entidad privada como la Universidad San Martín de Porres. Cuento también con el apoyo de la Municipalidad de Magdalena, por la gestión de Francis Allison. Ellos no solamente están ayudándome a mí, sino que están alimentando el sueño y esperanzas de otros jóvenes. Detrás de mí hay un montón de chicos muy talentosos que están haciendo un gran esfuerzo en estudiar, en mejorar y están esperando su oportunidad. Es momento de crear fundaciones que apoyen a estos músicos egresados, sobresalientes, que están esperando también su hora para brillar.