En 1970, a pocos meses de terminar su etapa escolar, Bernardo Capcha Arias decidió dedicarse a la textilería artesanal como su progenitor, Fortunato Capcha, un hombre al que siempre vio entre tejidos y quien le explicaba, con mucha paciencia, cómo teñía los hilos con insumos naturales, a pesar de que su familia materna le insistía en enfocarse en el trabajo de campo y la ganadería.


Una noche, antes del Día del Maestro, el joven conversó con su papá y le pidió que le enseñe todos sus secretos para hacer mantas, ponchos, sábanas, entre otros productos que tengan su sello y las características tradicionales de su localidad. “Le dije que sea mi profesor, que sería un buen alumno y cuidaría sus conocimientos”, contó Bernardo, quien ahora tiene 71 años y forma parte del programa Pensión 65.


Don Fortunato aceptó y le dijo que empezarían cuando termine algunos pedidos que llegaron de otra localidad de Huánuco. El muchacho esperó con ansias, pero lamentablemente una terrible enfermedad atacó a su mentor. El padre que tanto admiraba poco a poco fue perdiendo las fuerzas. El taller textil donde su admirado progenitor confeccionó tantas prendas se llenó de soledad. Hasta que una mañana muy fría llegó el fin.


Me enteré cuando regresé del colegio”, recordó el septuagenario. En ese momento, su mamá le dio la mala noticia y le entregó una carta. “Cuando leí el papel, comencé a llorar. Mi papá, el hombre que iba a ser mi maestro, ya no me iba acompañar en la vida, pero me dejó un cuadernito con todos sus consejos para tejer e hilar. Al final decía que me heredaba su gran telar ancestral”, relata el septuagenario.


Desde ese instante, Bernardo absorbió todos los conocimientos de aquel cuaderno verde. Con mucha práctica y esfuerzo, se convirtió en un gran maestro tejedor, que impartió sus habilidades a sus 6 hijos. “Al menor, quien tiene mi nombre, le regalé el manual de mi papá para que siga nuestra tradición”, agrega.

Gran telar


Bernardo confesó que el tesoro más preciado que tiene es el gran telar que le dejó don Fortunato. “Justo cuando me iba a enseñar, falleció, pero eso fue una motivación para continuar su legado. Abracé este trabajo y logré salir adelante. Siempre seguí este camino, a pesar de que mi familia me pedía ir a la chacra”, añade.


Gracias al obsequio de su padre, el usuario de Pensión 65 también tuvo la aspiración de enseñar a los más jóvenes, compartir su amor y sus conocimientos para que el arte del tejido tradicional perdure por siempre.


Por eso, el Día del Maestro tiene un gran valor para mí. El destino se llevó a mi padre, pero me entregó todo su arte y me heredó una gran responsabilidad, que decidí compartirlo en el centro de Ambo, como muestra del amor y ejemplo que representa para mí”, subraya.

Más de cinco décadas


Capcha Arias reveló que su mayor virtud es la paciencia, lo que le ha permitido tener más de 50 años como tejedor y compartir sus habilidades. “Normalmente, se usa 10 madejitas en cada manta y yo mismo hago los hilos. Todos los productos tienen diseños diferentes, como la uña de llama, que le da una vista muy hermosa, más cuando hay colores llamativos. Y todo esto es gracias a la calma que uno tiene y que trato de impartir a los alumnos”, explica finalmente.


(FIN) NDP/LZD


También en Andina:



Publicado: 5/7/2025