El exministro del Interior recibe en su despacho visitas de altos mandos, ministros y congresistas, en una dinámica que refuerza su influencia como operador clave del Ejecutivo fuera del Gabinete.

Juan José Santiváñez, exministro del Interior y actual jefe de la Oficina General de Monitoreo Intergubernamental (OGMI) del despacho presidencial, se ha convertido en una figura central dentro del aparato gubernamental. Desde su nombramiento el 17 de abril de 2024, múltiples visitas estratégicas a su despacho en Palacio de Gobierno lo perfilan como el interlocutor más influyente entre la presidenta Dina Boluarte y diversos actores del poder político y policial.

Un despacho técnico con funciones políticas: ¿nuevo centro de poder?

Aunque la OGMI no ostenta funciones ejecutivas ni políticas explícitas, en la práctica Santiváñez ha convertido su oficina en un espacio de articulación y toma de decisiones. En menos de tres meses, ha recibido visitas de al menos cinco ministros en funciones, dos exministros, congresistas, alcaldes y jefes de la Policía Nacional del Perú.

Entre las visitas más destacadas figura la del comandante general de la PNP, quien acudió a su oficina en siete oportunidades, así como la del ministro del Interior, Carlos Malaver, quien se reunió con él horas antes y después de su juramentación. La coincidencia temporal entre estas visitas y posteriores designaciones alimenta la percepción de que Santiváñez cumple un rol de coordinación política de facto.

Voces críticas: “Es el primer ministro en la sombra”

Carlos Basombrío, exministro del Interior y analista en temas de seguridad, declaró al programa Cuarto Poder:

“Este señor se volvió indispensable para Dina Boluarte. Desarticuló la Diviac, cambió mandos, hizo lo que otros no podían. No actuó en función del país, sino de la presidenta”.
Y añadió una frase que ha cobrado fuerza en los medios políticos:
“Es el primer ministro en la sombra. Tiene más peso que el premier o el ministro del Interior. Está asumiendo funciones que no le corresponden”.

Estas declaraciones adquieren especial relevancia si se tiene en cuenta que Santiváñez no solo canaliza visitas, sino que forma parte de los movimientos previos a nombramientos claves en el Ejecutivo.

Cronología de visitas y designaciones clave

La secuencia de reuniones en su despacho es reveladora:

  • 12 de mayo: Carlos Malaver visita a Santiváñez de 6:00 p.m. a 9:00 p.m., un día antes de ser designado ministro del Interior.
  • 13 de mayo: Malaver vuelve a su oficina, el mismo día de su juramentación, por más de tres horas.
  • 22 de mayo: El general en retiro Alejandro Oviedo visita a Santiváñez. Ocho días después, es designado jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI).
  • 6, 9 y 19 de junio: Oviedo vuelve a reunirse con él en tres ocasiones ya como jefe de inteligencia.

Estos encuentros han sido interpretados como señales de que Santiváñez tiene capacidad de anticipación, influencia o, al menos, interlocución directa con quienes toman decisiones de alto nivel.

El poder no formal dentro del aparato estatal

Lo que llama la atención de especialistas en gestión pública es que esta dinámica rompe con los canales institucionales normales. La OGMI tiene como mandato supervisar la implementación de políticas públicas y coordinar con gobiernos subnacionales, pero no asumir roles de intermediación política o ministerial.

El hecho de que funcionarios clave como el jefe de la DINI –que depende directamente del Consejo de Ministros y de la presidencia– se reúnan con Santiváñez previo a su nombramiento, refuerza la idea de una estructura paralela de decisión en Palacio.

¿Un operador político por encargo?

El perfil de Santiváñez como abogado especializado en temas policiales y con paso breve pero polémico por el Ministerio del Interior ha sido aprovechado por el Gobierno. Su estilo operativo, directo y sin exposición mediática lo convierte en una figura útil para manejar temas políticamente delicados: desde reestructuraciones policiales hasta nombramientos estratégicos.

Asimismo, su relación directa con autoridades subnacionales como los alcaldes del Rímac y Santa Anita, o con congresistas de distintas bancadas, lo posiciona como un interlocutor transversal en un escenario político fragmentado.

¿Qué dice el Gobierno?

Hasta el momento, ni la presidenta Boluarte ni el premier Gustavo Adrianzén (cuando estaba en funciones) se han pronunciado públicamente sobre el rol político que ejerce Santiváñez. Tampoco se han ofrecido explicaciones oficiales sobre por qué los ministros acuden a su oficina en lugar de canalizar reuniones mediante el Consejo de Ministros o el premier.

En ese silencio, su despacho se convierte en un espacio sin control público, ajeno a las rendiciones de cuentas y sin responsabilidad política directa ante el Congreso.

Un poder sin cargo, pero con influencia real

Lo que ocurre con Juan José Santiváñez es una expresión del poder informal que a menudo atraviesa los gobiernos con estructuras debilitadas o liderazgos centralizados. Si bien no es ilegal recibir visitas, el patrón reiterado, la coincidencia con nombramientos y la falta de transparencia institucional generan serias dudas sobre la distribución del poder en el Ejecutivo.

Su rol de articulador, operador o consejero en la sombra revela una dinámica de gobierno donde las decisiones no siempre se toman en la mesa del Gabinete, sino en despachos sin reflectores, pero con puertas abiertas a quienes hoy influyen en el destino político del país.