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Algunos pronosticaron un cataclismo y el fin de la República del Perú como democracia con los resultados de las elecciones del 6 de junio. Lo dijo Steve Lewinsky, el gringo polítologo de Harvard, “en el Perú no viene el comunismo, eso es un chiste”. Lo que viene, agrego yo, es la campaña para derrocar al presidente Castillo.

Rafael López Aliaga acaba de dar la voz de orden. Que es la voz de Vox, el grupo franquista que quiere una dictadura con el OPUS DEI compartiendo el poder.

Por el lado de la zurda algunos creen que pueden hacer una revolución express. Son pocos, pero bulleros. Una propuesta así choca con una realidad maciza como un granito: el gobierno y sus aliados no tienen mayoría en el Legislativo. Y no es serio querer jugar fuera de la democracia a tomar el poder.

Y si nada cambia nos llevará a ser un mix de Colombia y Chile, que sería Guatepeor. Tarde o temprano, la extrema y destructiva polarización del Perú podría derivar del desorden actual a un proceso de grandes protestas contra las élites y el Estado.

La idea de una economía en necropsia, sobre la cual se hace ritos contra el demonio cada día, no es más que un proceso para infundir miedo en la población. ¿Por qué los enemigos del gobierno no polarizan sobre algo más útil para la gente, como la reforma de la seguridad social o la inclusión masiva de los informales en la economía peruana? Es que la ruta al miedo no es la ruta al cambio.

Sin embargo, demasiados peruanos sienten que es hora de una “nueva anormalidad”, esto es una economía que sirva más al país y su gente, con una nueva estructura de Estado y un mercado más democrático, diseñado para darle más bienestar a todos. El chorreo no funciona.

Los protagonistas principales de esta situación política no entienden la “nueva anormalidad”. No se han informado del cataclismo de cambios que se vienen en el capitalismo mundial, que se aleja del neoliberalismo. Mientras el socialismo participativo, basado en la democracia igualitaria, es la nueva onda anunciada por Thomas Piketty.

Lo ocurrido con Jeanine Áñez, la golpista que usurpó el poder en Bolivia, es lo que nos espera, si los deseos vacadores del líder de la derecha radical se cumplen. Dios nos libre.

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