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En un conmovedor y potente artículo, Rafael Belaunde presenta ángulos inéditos de la relación de su padre con su partido. Rafael brinda una visión desde la primera línea de cómo Fernando Belaunde, como gran líder que era, manejó conflictos y sacó adelante a Acción Popular.

“Desde que me aparté de AP he evitado pronunciarme respecto a aquellos que han dominado sucesivamente la estructura partidaria. Lo que sí puedo decir es que creo que Lescano representa el sentir actual de la mayoría de los miembros de ese partido.

Sospecho que el hartazgo con algunos recelosos y estrechos de espíritu que dominaron la organización como si se tratara de una sociedad de capitales, y que obstruyeron la inscripción de muchos por temor a la democracia interna, ha contribuido a la reacción que lo ha encumbrado.

El sectarismo pigmeo llegó a tal extremo que las autoridades objetaron la inscripción de mi hijo menor que intentó infructuosamente hacerlo y que, coincidentemente, también se llama Fernando Belaunde.

AP y FBT, pues, son entidades distintas. Yo, que me identifico con mi padre, no tengo por qué identificarme con el partido que él fundó hace 65 años. La razón es simple: desde antes de su desaparición, AP discrepó muchas veces de su líder histórico. Doy ejemplos:

En 1968, Mohme y Seoane pretendieron endosarle al nombre del partido el adjetivo socialista y expulsar a Belaunde de las filas partidarias.

En 1980, algunos colaboradores cercanos a FBT sostenían, en la intimidad de la confidencia, ser mejor alternativa que él, pues los militares no permitirían el ascenso de Belaunde al poder luego de haberlo derrocado.

En 1984, un sector de la cúpula partidaria se opuso a un posible premierato de Vargas Llosa porque una de las exigencias del literato era el relevo de Hurtado Miller del despacho de Agricultura y la incorporación de Álvaro García Sayán y Hernando de Soto al gabinete.

En 1985, en señal de censura, Belaunde desistió de asistir al congreso partidario en el que se plantearía la alianza con el PPC para encarar conjuntamente los comicios de ese año, porque para frustrarla, los senadores Alva, Ulloa y Mariátegui hicieron elegir precipitadamente una fórmula presidencial conformada por ellos mismos.

En 1987, FBT le confesó a Enrique Chirinos que durante su gobierno “No se privatizó lo suficiente…”. Se quejó de la manía estatista y sostuvo que, salvo honrosas excepciones, los directivos de las empresas se resistían a la privatización para no tener que dejar los cargos.

Durante el segundo gobierno una serie de “chambistas” (gentes que participan en política con el único objetivo de lograr un cargo público) se oponían a la liberalización de la economía, con lo que demostraban estar más cerca de Alan García que de Belaunde. En efecto, en un mensaje a la Nación propalado por García en 1983 se criticaba acremente al gobierno de FBT por los esfuerzos “neoliberales” que “venían profundizando la crisis heredada del militarismo”.

Que los miembros de AP encomien su hombría de bien y lo recuerden con cariño es muy loable, pero, políticamente, es un acto puramente cosmético.

Nadie en AP propone hoy incrementar la participación ciudadana, ni la incorporación de nuevas áreas labrantías para hacer de los desposeídos pequeños propietarios. No escucho propuesta alguna para relanzar la Cooperación Popular, ni para emprender nuevas irrigaciones, ni nuevas y mejores carreteras, ni sugerencias para agregar valor a nuestros productos mineros como hizo él en La Conquista del Perú por los peruanos (Minerva 1,959 Pp. 134-136).

“Discrepo frecuentemente de AP porque AP discrepa frecuentemente de Belaunde”.

(Texto glosado de una carta de Rafael Belaunde, hijo de FBT.)

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