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La Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) está planeando una misión de exploración en cuevas lunares tras la selección de sendos estudios sobre este objetivo, uno de la Universidad de Würzburg y otro de la Universidad de Oviedo. Las tecnologías que estos equipos han desarrollado —sintetizadas en un enjambre de robots introducidos en un pozo lunar con una grúa— permitirían una exploración y documentación segura de un pozo lunar, así como un primer vistazo dentro de los túneles a los que puede conducir un pozo. A partir de esta semana, un estudio está integrando los resultados conseguidos por estos dos equipos con planes para las iniciativas European Large Logistics Lander (EL3) y Moonlight de la ESA.

Se planea una misión de exploración tras la selección de varios estudios. También se le dará un primer vistazo dentro de los túneles.

Si bien EL3 es un módulo de aterrizaje diseñado para permitir una serie de misiones de la ESA a la Luna, Moonlight tiene como objetivo proporcionar capacidades de navegación y telecomunicaciones para la exploración lunar, según ha informado la Agencia Espacial.

 

ENJAMBRE DE ROBOTS

La Universidad de Oviedo, por su parte, ha investigado el despliegue de un enjambre de pequeños robots dentro de una cueva. Trabajando junto con la Universidad de Vigo y Alén Space, el foco de su investigación ha sido superar la falta de luz solar —y por tanto de energía solar— dentro de una cueva, así como la manera de transmitir datos de los robots a un ‘rover’ en la superficie. La solución del equipo es usar una grúa para bajar los robots a un tubo de lava.

Equipado con un panel solar, el ‘rover’ suministraría energía a los robots a través de la grúa utilizando un cabezal de carga unido a la parte inferior de la grúa. Al estar a la vista de los robots, el cabezal de carga suministraría energía de forma inalámbrica, además de transmitir y recibir datos. Si bien la superficie de la Luna ha sido bien documentada por naves espaciales orbitales, esconde un mundo subterráneo que sigue siendo un misterio. El refugio que brindan las cuevas lunares, así como el acceso al agua y otros recursos, podrían ser vitales para la futura exploración humana o robótica de la Luna.

 

AQUÍ CABRÍA UN LOFT, ALLÍ TODO CENTRAL PARK

Hemos conseguido “normalizar” lo de vivir en el espacio tras décadas de permanencias largas en la Estación Espacial Internacional, pero eso no significa que sea algo sencillo o literalmente posible. Quizás hayamos visto o leído ‘The Martian’ y eso de cultivar patatas en Marte nos haya parecido más cercano, pero la realidad es que ya el mismo viaje es la primera desventaja y ya vimos que por ahora el film no puede ser realidad.

Pese a esto, la idea de los asentamientos en la Luna o Marte no se disipa, sino todo lo contrario. Y en esta línea a la ESA se le ha iluminado un poco la bombilla tras un reciente estudio realizado sobre los túneles de lava de estos astros y los terrestres.

Estos túneles se forman cuando un flujo de lava se enfría y se endurece, de modo que se crea una cavidad por donde ha pasado el magma. Cuando la actividad volcánica se detiene, el túnel queda vacío dejando cuevas, que en caso de estos astros son bastante grandes.

Explica la agencia que las cavidades en la Luna y Martepueden ofrecer “suficiente espacio, protección ante las radiaciones cósmicas y una temperatura estable para las bases de astronautas”. En la Tierra, el diámetro de estas galerías está entre los 10 y 30 metros según estos investigadores, pero las de la superficie lunar llegan a medir más de 800 metros (siendo éstas más grandes que las marcianas).

Y no es que den para una colonia, es que cabría Central Park entero. Según Riccardo Pozzobon (uno de los autores del estudio),los túneles de lava lunares y marcianos darían para contener el centro entero de una ciudad mediana con sus hasta más de 1.000 millones de metros cúbicos de volumen.

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Parte de la culpa de estas dimensiones se debe a la baja gravedad, lo cual también da lugar a que muchas de las cuevas no se hayan colapsado. Los datos se han conseguido recurriendo a imágenes de satélites y a datos de altimetría, usando modelos computacionales para estudiar la morfología de las cuevas cuyos techos sí se habían colapsado.

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