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Mutilaba los cuerpos de sus víctimas con un martillo, destornillador y cuchillo. Decía que era una misión divina, que debía eliminar a todas las prostitutas y pasó mucho tiempo escapando de las autoridades, que no encontraban pistas para atraparlo.

“El criminal de Yorkshire” recibió cadena perpetua y murió en la cárcel 30 años después

Su nombre era Peter Sutcliffe, tenía 74 años y había sido condenado a cadena perpetua en 1981 por sus terribles crímenes en Yorkshire y en la región noroeste de Inglaterra.

Sus atrocidades tuvieron lugar entre 1975 y 1980. Llevaba más de tres décadas tras las rejas el 13 de noviembre del 2020, cuando en un hospital británico se decretó su muerte. Aunque lo motivos se mantuvieron escondidos bajo un estricto hermetismo durante todos estos meses.

Finalmente, se conocieron los resultados de la autopsia que confirmaron que su muerte fue a causa de la pandemia coronavirus, según informó Clive Bloxham, el médico forense encargado de su autopsia, ante la Comisión de investigación.

 

OBSESIVO Y RESERVADO

Con veintiún años conoció a Sonia Szurma, una adolescente de dieciséis de padres checos. Entablaron conversación en un Pub local y surgió la chispa. Pero el padre de Sonia se oponía a la relación e intentó disuadirla sin éxito alguno.

Finalmente se casaron en 1974. Ella trabajaba como profesora y él había dejado los cementerios para conducir camiones. Nada podía salir mal. Pero a Sonia le diagnostican esquizofrenia.

La joven dejó de trabajar y se dedicó a estar en casa mientras Peter deambulaba con su camión. Fue a raíz de esta circunstancia cuando comenzaron, primero, los asaltos y, después, los asesinatos. El “monstruo”, como él se llegó a autodenominar, acababa de iniciar su particular cacería.

Antes del asesinato de Wilma Cann, su primera víctima, Sutcliffe asaltó a dos mujeres a las que dejó moribundas. Anna Rogulskyj, de 36 años, a la que el 5 de julio de 1975 golpeó fuertemente en la cabeza y le rajó el vientre. Después atacó a Olive Smelt de 46 años, a quien además le acuchilló las nalgas. Ambas víctimas sobrevivieron porque lo interrumpieron.

 

MALVADO Y DESPIADADO

Pero eso no sucedió con Wilma Cann, una trabajadora sexual de 28 años y madre de cuatro hijos, cuyo cadáver fue descubierto en un campo de golf del distrito londinense de Leeds. Era el 30 de octubre de 1975 y Sutcliffe arrancaba su andadura criminal como El Destripador de York.

​Para acabar con la vida de la joven, la golpeó fuertemente en la cabeza con un martillo, después la apuñaló hasta en quince ocasiones en el cuello, el pecho y el abdomen. Además, dejó su semen sobre el cadáver de la mujer. “Mi intención no era matarla, pero me intentaba provocar, y en un momento me transformé en una bestia”, llegó a decir.

Tras este primer asesinato tres prostitutas más aparecieron mutiladas con saña. Su modus operandi era siempre el mismo: merodeaba por las calles donde sabía que había prostitutas y cuando elegía a una víctima la asaltaba por sorpresa golpeándole con un martillo en la cabeza. Después la pateaba fuertemente para terminar por derribarla, y cuando ya la tenía a su merced, iniciaba su particular ritual de torturas.

Siempre llevaba consigo todo un arsenal: martillos, cuchillos, sierras eléctricas y destornilladores. Con este instrumental acometía toda clase de cortes y puñaladas. Inclusive, llegó a extirpar varios órganos a los cadáveres. Durante los siguiente cinco años, un total de trece mujeres fueron asesinadas.

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LA CAÍDA​

Durante la investigación, Sutcliffe fue interrogado en varias ocasiones, pero su coartada siempre resultaba lo suficientemente creíble para que no le molestaran más. Los oficiales pasaron mucho tiempo buscando al asesino que tenía en vilo al país. Hubo más de 10 mil entrevistados y un total de 150 agentes trabajando en el caso.

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LA CONDENA

Durante dieciséis horas, el homicida narró los pormenores de sus crímenes recreándose en la reconstrucción de los mismos pero mostrando aparentes signos de arrepentimiento. Su memoria era sobrecogedora. Incluso recordaba el nombre de todas sus víctimas porque, al guardar “todos ellos en su cerebro” le recordaban “que es un monstruo”.

También confirmó a la policía que “su dedicación al crimen era tan absorbente que de no haber sido detenido, hubiera seguido eliminando mujeres sin pausa”. Y en cuanto al motivo de asesinar a trabajadoras sexuales, Sutcliffe aseguró: “Matar prostitutas fue una obsesión que no podía dominar. Era como una droga”.

Lo condenaron a cadena perpetua y pasó la gran mayoría en un hospital psiquiátrico. En 2009 fue trasladado a una cárcel común, donde terminó muriendo en noviembre del 2020.

Tras 35 años encerrado, Sutcliffe recibía la visita ocasional de su exmujer Sonia y además se enviaba correspondencia con una muchacha cuarenta y seis años más joven que él​, con la que aseguraba que quería tener un hijo: su vida no dio para eso.

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