Super Mensajes

CHRISTIAN RODRIGUEZ

Responsable de Relaciones Internacionales para América Latina de Francia Insumisa

 

Desde hace un año, la humanidad se enfrenta a la pandemia del Coronavirus. Más de dos millones de personas han muerto ya por esta enfermedad en todo el mundo. La existencia de miles de millones de seres humanos se ha visto alterada por los confinamientos y todas las medidas restrictivas utilizadas en la lucha contra la enfermedad. Las primeras víctimas son los pobres. Viven en viviendas sobrepobladas donde la propagación del virus es mayor y trabajan en las profesiones más expuestas, pero su acceso a servicios sanitarios de calidad suele ser limitado. Conmocionados por el parón temporal de la economía, muchos de ellos caen en la pobreza.

A finales de 2020, las vacunas empezaron a autorizarse en varias regiones del mundo. Se han desarrollado en un tiempo récord y ya existen varias, utilizando diferentes técnicas científicas. Este logro es el resultado de la excepcional movilización de miles de investigadores en todo el mundo, especialmente en instituciones públicas como las universidades. También es el resultado de la financiación de los Estados, es decir, de los pueblos del mundo, que han aportado más de 10.000 millones de dólares sólo para la investigación directa de vacunas.

Sin embargo, hoy en día, son algunas empresas multinacionales de la “big pharma” las que se llevan la palma. El laboratorio estadounidense Pfizer ha previsto que la venta de su vacuna le aportará 15.000 millones de dólares en 2021. Las vacunas, tan vitales para la humanidad, son tratadas como mercancías. Las empresas privadas deciden a quién entregan y a qué precio. Esta privatización de la vacuna, aunque sea un “bien común” según la OMS, dificulta su difusión. Una minoría de países ricos ha acaparado la mayor parte de las dosis disponibles. En el resto del mundo, algunos países tienen que pagar 2,5 veces más por las mismas vacunas. La ONG Oxfam considera que una vacuna no debería costar más de 3,4 dólares para un acceso verdaderamente universal. Por el momento, estamos muy lejos de eso. Incluso en Europa, los laboratorios privados no son capaces de producir y suministrar las vacunas con la rapidez que prometieron.

Por eso proponemos levantar las patentes de las vacunas y los futuros tratamientos contra el Covid. El dinero no debe ser un freno para la salud mundial. En muchos países existen sistemas de licencias gratuitas, legales u obligatorias. Permiten fabricar y distribuir libremente las vacunas. Llamamos a los líderes de estos países a utilizarlos lo más pronto posible. Esta acción permitirá reducir el precio de las vacunas y acelerar su producción. Puede salvar millones de vidas humanas.