Por: Ricardo Milla Toro, director de Diario UNO

  • R.M.T: Quisiera empezar desde el comienzo, dado que usted es una historia viva del ballet peruano. Además Perú es una plaza complicada para el arte, en general Hispano América, pero el Perú en particular; Brasil, Argentina, México, nos llevan la delantera; Chile incluso, Colombia, etc.;, nos hemos quedado atrasados en esto por las autoridades y por nuestro pueblo, así que en esa circunstancia, ¿cómo así es que usted decide estudiar ballet? ¿Cuáles fueron las circunstancias de su vida? Considerando Perú, ¿no? ¿Cómo nace esa vocación en usted?
    L.T: A mi mamá le gustaba mucho el ballet, ella tuvo oportunidad de ver a Ana Pavlova cuando vino acá, y se quedó entusiasmada con lo que era el ballet, y ella quiso hacer ballet, pero en esa época, pues, los señores eran un poco reacios a que las chicas hicieran ballet, de manera que no la dejó hacer, y ella dijo: “bueno, un día me voy a casar y voy a tener mis hijas, y a esas las voy a poner a ballet”, y nos puso desde muy chiquitas, de 3 y 4 años, mi hermana tenía 4, yo tenía 3. ¿3 años? Sí. En esa época, no era como ahora, que se tienen métodos para enseñar a niñitas, que es casi jugando, digamos, acercarlas a la música, y por supuesto, claro, algo de ballet también, pero no lo mismo que puede hacer una bailarina.
    En esa época, nos enseñaban a nosotros igual como si tuviéramos 10 o 15 años, y a mí me aburría. Total, que terminaron sacándome la profesora; le pude decir a mi madre que estaba perdiendo su tiempo y dinero con traerme a clases porque no aprendía nada, porque era muy floja.
    R.M.T: ¿Y quién les enseñaba en esos momentos? ¿Quiénes eran sus maestros? ¿Con quién aprendió a los 3 años?
    L.T: Nos enseñaba Rosita Ríos, que fue la primera peruana que puso una academia de ballet acá en Lima.
    R.M.T: Pero, ¿usted no duró mucho tiempo ahí? ¿De ahí como lo retoma?
    L.T: Pues, bueno, siempre había alguna chiquita que para las funciones de fin de año tenía aquella tos convulsiva, aquella varicela, todas esas enfermedades que daban en esa época. Entonces me llamaban a mí, porque mi hermana sí seguía aprendiendo, y me llamaban para que la reemplace. Y yo, feliz, iba rapidito, aprendía el ballet y salía a bailar, a maquillarme, a vestirme y todo eso, eso me encantaba. Pero estudiar como se debe… (Sonríe meneando la
    cabeza). ¡Qué diferencia hay! Así marcada entre la forma… O sea, ahora se aprende medio jugando, bueno en general casi toda la educación es así para niños…
    R.M.T: Pero en cuestiones de técnica, digamos, ¿qué diferencia hay entre la enseñanza de antes y la enseñanza de ahora? ¿Incluso para los mayores?
    L.T: Bueno, para los mayores es prácticamente lo mismo. Pero para los niños, ahora el Royal Academy of Dance, por ejemplo, ha hecho unos cursos para 3 y 4 años en que se les enseña de una manera mucho más divertida, digamos, no rígidamente, paradas en la barra. Que imagino que será una escuela más rusa incluso, ¿no?
    R.M.T: Y a todo esto, en todo su viaje artístico y hablando de ballet, ¿cuál ha sido su o sus ballets preferidos, piezas preferidas?
    L.T: Creo que lo que más me gusta es “La Bayadera”, es un ballet que es lindísimo, viene de todo. Y verdaderamente para mí, me gusta mucho también “El Lago de los Cisnes”, “La Bella Durmiente”, “La Cenicienta”, “El
    Corsario”, todo, “Don Quijote”, todos los ballets me gustan, pero “La Bayadera” tiene algo especial que me llega más profundo.
    R.M.T: ¿Cuál es el motivo de que “La Bayadera” sea tan especial?
    L.T: Es muy variado, sucede en la India, tiene diferentes tipos de bailes, tiene partes que son muy, muy dramáticas, partes que son difíciles de hacer, un conjunto grande que tiene que ser muy bueno, y es muy completo.
    R.M.T: Le gustan a usted las cosas complejas y difíciles, como el ballet mismo. Y en ese sentido, ¿por qué y cómo fue la experiencia del ballet municipal? Considerando Lima, Perú, en general como una plaza difícil de rodar para el arte.
    L.T: Sí, aquí había el ballet nacional, que era prácticamente siempre moderno, y cuando mis alumnas querían bailar profesionalmente, digamos, tenían que salir fuera, porque acá no podían hacer clásicos, porque como
    te digo, el ballet nacional era moderno. Y hubo un concurso en Trujillo, de esos que organizaba Stella Puga, un concurso internacional, y mis chicos sacaron seis de nueve premios o algo por el estilo, y me decían, si podíamos hacer algo acá; no era necesario que vayamos fuera, había gente que no podía salir fuera. Y a mí me parecía algo un poco muy difícil de
    hacer, tenía miedo, la verdad. Pero llegó un momento en que, yo siempre hacía mis funciones en el teatro municipal, pero una, dos, tres veces al año, hacía dos, tres funciones y punto, ¿no? Pero siempre me gustaron los ballets de repertorio, de manera que ya había hecho “Coppélia”, ya había hecho la “Fille mal gardée”, había hecho varios ballets completos. Y esos de mi escuela, mis alumnos, mis estudiantes. Pero llamaron de la municipalidad diciendo que de ahí en adelante ya las escuelas no iban a poder usar los teatros municipales, que solamente las compañías iban a poder usar los teatros municipales. Y yo decía, yo tengo tantos ballets que ya tengo todo el repertorio, todo el vestuario, toda la escenografía, la música, la coreografía, y no voy a poder darlo, porque no se podía ni en el municipal, ni en el (Teatro) Segura, ni en la Sala Alcedo, ni en el Teatro
    de La Cabaña, que eran los únicos teatros grandes que había acá. ¿Y qué me hago yo con todo esto sin poder hacer nada? Entonces, ya con la presión de mis alumnos que querían hacer algo, dije, bueno, vamos a ver qué se puede hacer. Entonces, les dije: yo voy a tratar de ver si puedo hacer algo como un ballet municipal, si ya existe el ballet nacional.
    Me dijeron: “¡No, ni pidas! Porque no hay plata, de manera que no te van a hacer caso para nada…” Pero tenía yo una alumna, y su mamá era regidora de la municipalidad, y ella me ofreció llevarme donde el alcalde, que en ese momento era el arquitecto Orrego, para ver si algo se podía hacer. Fui yo y
    Abelardo Castillo, que era el primer bailarín que yo tenía, me ayudó a hacer una propuesta, y le dije al alcalde: “mire, yo tengo todo, tengo los vestuarios, las escenografías, todo, pero no lo puedo dar porque no tengo un nombre oficial.”
    Entonces, a él le encantó la idea de hacer el balletmunicipal. Y bueno, ahí fue cuando comenzamos.
    R.M.T: ¿Y hubo alguna diferencia entre Orrego, por ejemplo, y Barrantes, “Frejolito”, que era de Izquierda Unida?
    L.T: No, al contrario, te puedo decir que justamente en la época que estuvo Barrantes, el Ballet Municipal tenía la gente pagada, y yo no podía pagarles. Les dividía lo que entraba de las funciones, pero no teníamos un sueldo fijo. Entonces hablé con Barrantes y le dije, mire, se están yendo, porque se llevaron ocho de mis bailarines al Ballet Nacional, porque les ofrecieron sueldo y era lógico, ¿no? Entonces le dije así, en este plan no voy a poder seguir. Y entonces él comenzó a darnos un apoyo de la municipalidad, que no era una gran cosa, pero de todas maneras ya era algo que se le podía repartir fijo a los chicos, aunque no estaban en planillas, no tenían beneficios, pero ya podía darles algo.
    Entonces tuve que decirles, díganme quiénes quieren quedarse y quiénes quieren irse, porque yo lo entiendo perfectamente, ¿no? Pero hubo muchos que quisieron quedarse y entonces seguimos adelante así.
    Estoy hace más de 40 años y bueno, cada vez hemos podido ir ganando un poco más, teniendo un poco más de nombre, de manera que recibir donaciones por un lado, por otro lado.
    R.M.T: ¿Cómo es que se mantiene el ballet municipal? ¿Es una cuestión, entonces, que depende hasta ahora de la Municipalidad Metropolitana de Lima, económicamente, jurídicamente…?
    L.T: Es decir, mira, la municipalidad nos da como para pagar tres planillas al año. Hay que pagar 14 planillas, porque hay doble en fiestas patrias y doble en navidad. El resto lo sacamos de las funciones y algunos oficiadores que tenemos, que nos apoyan también.
    En realidad he encontrado mucha gente que me ha ayudado mucho y que estoy sumamente agradecida. Y con eso estamos hasta este momento.
    R.M.T: Y me imagino que igual el Ballet Nacional, o sea, las personas que han participado…
    L.T: No, el ballet nacional tiene sueldos del gobierno. Claro… Y ganan tres veces más que los míos. Y aún así, a pesar de esa diferencia entre el Ballet Nacional y el Municipal, seguimos a pesar de todo…
    R.M.T: ¿De parte del Ballet Municipal, sus estudiantes son los que han nutrido la Compañía…?
    L.T: Bueno, hacemos generalmente una audición una vez al año y viene gente de todas partes. Antes del 01 de enero ha venido gente de Chile, de la Argentina, de Brasil, de Colombia, de México, de Guatemala, del Ecuador. Y saben que existimos, porque si no, no vendrían.
    R.M.T: Y en ese sentido, los que han participado del ballet, o incluso sus estudiantes, o el mismo Ballet Municipal, ¿ha ganado premios? ¿Qué premios ha obtenido? ¿Qué reconocimientos ha obtenido alrededor de estas cuatro décadas?
    L.T: Bueno, premios, premios, no te puedo decir. La municipalidad nos ha dado muchas veces diplomas y cosas así. Premios he recibido yo, digamos, pero no en conjunto del ballet municipal.

R.M.T: Veamos sus estudiantes alrededor de todos estos años. Claros, ellos deben haber obtenido también premios. Y digamos así, de manera general, ¿cuántos estudiantes ha tenido usted alrededor de todos estos años?
L.T: Imposible…
R.M.T: ¿Se podría dar un número?
L.T: Mira, actualmente yo tengo más o menos alrededor de 300 alumnos. R.M.T: O sea, usted tiene miles. Si uno dijera 10 mil, se quedaría corto…
L.T: Enseño desde el año 58… Calcula cuántos alumnos puedo haber tenido en 70 años que enseño…
R.M.T: Y en todo ese tiempo, y sabiendo con la experiencia que tiene, ¿cuáles son las características que usted recomendaría a la gente que quisiese estudiar, a qué edad, qué condiciones físicas, mentales, disciplinarias…?¿Qué es lo que usted diría “esto es lo que se tiene que tener para poder ser un bailarín profesional”?
L.T: Mira, es muy relativo. Yo he tenido una alumna… por ejemplo, yo he enseñado en el Colegio Santa Úrsula y en el Colegio Beata Imelda también. En Santa Úrsula tuve esta alumna que su mamá, yo la conocía y me la trajo, me dijo, a ver qué puedes hacer con esta hilacha, porque era flaquita, larguita… No tenía condiciones físicas, digamos, de abertura o de levantamiento de piernas, no tenía bonitos pies, era un poquito así, giradita. Pero yo pienso
que todo el mundo puede estudiar, si le gusta, y hace provecho de todas maneras para el futuro, porque una persona que ha estudiado ballet tiene mucho menos chance de tener un accidente que una persona que
no ha hecho ballet, que no conoce sus músculos. Pero esta chiquita resultó tan, tan aplicada, tan trabajadora, que terminó siendo bailarina del ballet del Teatro Colón de Buenos Aires. Cuando no tenía físicamente condiciones mayormente. Entonces, yo pienso que más que el físico, tal vez es la voluntad de trabajo. La actitud de la disciplina. La disciplina y la voluntad de
querer hacer algo. Ahora ella ya ha dejado de bailar, por supuesto, ya es mayor, y ha hecho una compañía de tango clásico en la Argentina, y con esta compañía se pasea por todo el mundo. La han invitado hasta a la China, a Australia, a Moscú, a Nueva York, y en todas partes tiene un gran éxito. Acá también ha venido, ya dos, sino tres veces, trayendo su compañía, y le
va muy bien. Y en eso… Si hubiera dicho yo, no, no tiene condiciones para ser una buena bailarina, que no las tenía, se hubiera perdido. Continuará…