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Petroperú, Machu Picchu y los temas de seguridad ciudadana han quitado protagonismo a un problema gravísimo para el avance (y seguridad) del turismo nacional e internacional, que son las distintas oportunidades en que el Sindicato de Trabajadores Unificado de Controladores de Tránsito Aéreo (SUCTA-Perú) ha causado un gran perjuicio al país, sin el más mínimo respeto siquiera por el público usuario.

Recomiendo leer en detalle el hilo publicado por Paolo Benza (https://t.co/CN8hdqKSvP). Si no se resuelve este tema de una manera radical y sostenible, nada hace pensar que los controladores sindicalizados no van a seguir sometiéndonos a las mismas molestias cuando haya más vuelos en los aeropuertos, que es lo deseable y para lo que se ha invertido en tener una nueva pista y terminal en el Jorge Chávez, además del aeropuerto de Chinchero en construcción.

El descaro del SUCTA no tiene nombre, veamos los hechos en secuencia: (a) abril 2022, en plena Semana Santa, realizaron un paro que obligó a parar o postergar 29 vuelos a distintos puntos del país, en gobiernos anteriores los paros habían sido declarados improcedentes, pero el gobierno de Pedro Castillo sí los autorizó; (b) 18 de noviembre 2022: trágico accidente que ocasionó la muerte de tres bomberos; (c) 17 noviembre 2023: se conoció el video en que todos vimos la dejadez en el trabajo cotidiano (falta de comunicación, siestas y almohadas en la torre de control, etcétera) y la orden para ocultar información después del accidente fatal; (d) hace pocos días: “huelga blanca”, que implicó demoras en los vuelos en el aeropuerto. Después del video escalofriante, se exigió que no se excedieran las horas extras que la regulación establece. Pero entonces, el SUCTA decidió que, si no los dejaban pasarse el límite de horas extras, no harían ninguna. Como el radar necesita 16 controladores aéreos para poder operar y, sin horas extras, no se llegaba sino a 11, ello obliga a aumentar el tiempo entre avión y avión, generando el caos en el aeropuerto que hemos vivido. Es decir que, incluso si no se autoriza la huelga, por la labor que realizan y la cantidad de gente que se ve afectada, igual paralizan el aeropuerto y revientan a miles de personas.

Esto ocurre a menos de tres meses del video de la almohada, la acomodada de silla y el silencio cómplice después de un accidente que costó vidas. La Federación de Trabajadores de Construcción Civil y CAPECO muestran que sí es posible una relación constructiva sindicato-empresa, incluso en una federación por rama. Pero con el SUCTA, después de lo reseñado ¿cómo se puede siquiera pensar en negociar de buena fe?

Tanto el cierre del ferrocarril a Machu Picchu como el control de tráfico aéreo tienen una característica común: una paralización corta perjudica a tantas personas que obliga al Estado a querer solucionar la medida pronto. Eso se llama extorsionar y tener al Estado de rehén. Es inaceptable y hace inviable una negociación razonable donde prime el interés del país como conjunto. El MTC ha planteado recurrir a controladores aéreos de la FAP. Yo sería más radical, hay empresas internacionales que dan el servicio de control aéreo. El control aéreo relacionado con seguridad nacional (ingreso y salida de cielos peruanos) sí tiene características de monopolio estatal, pero no el de los aeropuertos internos. Tercerizaría con empresas especializadas el control de tráfico aéreo de los aeropuertos. Adiós al chantaje al que nos quiere condenar el SUCTA. El atractivo turístico del Perú no puede estar en sus manos, cada vez que les dé la gana. El Estado nos debe representar a todos, no puede ser rehén de nadie.

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