Super Mensajes

Recién estrenado en Netflix, Simón marca el debut cinematográfico del director venezolano Diego Vicentini. Esta película es la primera ficción que aborda la lucha del movimiento estudiantil venezolano contra la dictadura de Maduro y las devastadoras secuelas que sufrieron muchos jóvenes tras ser sometidos a torturas por el régimen chavista.

El filme destaca por su calidad cinematográfica, aunque mi objetivo aquí no es analizarlo técnicamente, sino destacar la importancia de que obras como esta, a través del cine, amplían la posibilidad de que el mensaje sobre la situación de un país sometido a un terrorismo de Estado llegue a audiencias saturadas por la cantidad de información que circula en los medios tradicionales y las redes sociales.

Simón presenta una trama sencilla pero no por ello lineal ni simplista. Los elementos de la vida del personaje principal, quien busca asilo en Miami, se entrelazan con sus recuerdos y los de su grupo de compañeros de lucha. Se exploran los difíciles debates sobre la relevancia de protestar contra una tiranía desalmada, así como la indiferencia de millones de personas hacia el futuro de su país, aferradas a su propia comodidad a expensas del sufrimiento de las mayorías. Además, se menciona a la “comunidad internacional” como un constructo distante y casi inerte, incapaz de intervenir efectivamente en situaciones de crisis humanitaria, como la que vive Venezuela.

Simón no solo retrata la realidad de Venezuela y sus ciudadanos en el exilio, sino que también transmite un mensaje universal sobre la experiencia de aquellos que se ven obligados a abandonar su país. Aborda temas como el sentimiento de culpa por dejar atrás a familiares y amigos, así como los profundos dilemas morales de quienes luchan, colaboran o se alejan de una dictadura.

Simón es mucho más que una película sobre Venezuela; es un reflejo de las luchas y dilemas universales que enfrentan aquellos que se ven obligados a dejar su hogar.

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