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Oliver Sonne por fin debutó en la Selección Peruana y lo hizo (de gran forma) a los 58 minutos del partido ante Nicaragua, justo 4′ después de que todo el estadio se pusiera de acuerdo y coreara al unísono su apellido. Yo incluido.

“Sonne, Sonne, Sonne”, gritaban desde todos lados, pero especialmente desde el vértice entre norte y oriente. Ahí, justo ahí un grupo de cabezas doradas brillaban en la noche de Matute, sorprendidas por la alegría que se sentía en las gradas.

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¿Quiénes eran? ¿Serían acaso familiares de Oliver Sonne? “No creo”, me respondió mi enamorada, con quien fui a ver el partido. “Si lo fueran, estarían en occidente, en butacas, no en esta esquina de oriente”, agregó. Y tenía razón.

El encuentro continuó y a los 83 volvió a suceder. El danés tiró un taco que pudo acabar en un golazo y le puso el pecho a un atrevido pinolero. El estadio se vino abajo y todos corearon su apellido otra vez. “Sonne, Sonne, Sonne”.

Yo, en cambio, trataba de descifrar qué decían esas casi diez nucas rubias unas cinco o seis filas más abajo de la mía. Era imposible. La alegría en las tribunas era ensordecedora. Matute era una fiesta blanquirroja.

Blanquirroja como las camisetas que llevaban, aunque ninguno usaba el apellido de Oliver Sonne en la espalda. Solo se veían los de Guerrero, Lapadula, Carrillo y Cueva. Levantando la sospecha de que esa visita -tal vez- no había sido muy planeada.

Pitazo final. Perú venció 2 a 0 a Nicaragua y mi alma de periodista se apoderó de mí y fui a por ellos. Me presenté con la familia y (en un forzado inglés) les pregunté de dónde eran para saber si tenían alguna relación con el danés.

“Somos de Dinamarca, del mismo país que Oliver Sonne”, respondieron con la misma alegría que cualquier otro hincha. “¿Son familia?”, repliqué. “No, no. Estábamos ‘de paso’ por Perú, escuchamos que él iba a jugar y decidimos venir a alentar”.

Lo conocían desde que debutó en su patria, lo veían jugar todos los fines de semana en la Superliga, donde fue elegido como el mejor lateral en la pasada temporada y, habiendo recorrido la misma distancia, se dieron un tiempo para ir a verlo.

Al dejar el Alejandro Villanueva, el grupo de daneses se robaba todas las miradas del resto de hinchas que se sorprendían por sus cabellos dorados o -tal vez- porque eran más altos que los caballos de la Policía. Como sea, fueron varios los que, al verlos, repetían “ahí va la familia de Oliver Sonne”.

Los 'Sonne' se marcharon por la Av. Isabel La Católica (Foto: Felipe Quelopana).
Los 'Sonne' se marcharon por la Av. Isabel La Católica (Foto: Felipe Quelopana).

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