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Su taller sobrevivió a la pandemia, aprendió de la moda en Colombia y le robaron su marca por una estafa en Internet. Contra viento y marea, lanzó su nueva línea de ropa. Y se sigue reinventando.

¿Cómo decidió empezar en el rubro textil?

Realmente soy muy hiperactiva. Estudié muchas cosas, pero sentía que lo que hacía no era dinámico. Asi que decidí estudiar Diseño de Modas y hacer un negocio propio.

¿Cuándo inició el emprendimiento propio de su marca Dominique?

Bueno, mi nombre es poco común. Y considero que el nombre llama mucho la atención para una marca de ropa. Lo que estamos armando es prácticamente ropa sexy, elegante y sofisticada para que la porte una mujer fuerte. Me gusta también vestirme así como lo describo. Creo que no hay mejor inicio para un emprendimiento que cubrir tus propias necesidades. También sé que muchas marcas extranjeras tienen altos costos. En ese sentido, qué mejor que exista un producto peruano de buen diseño y que no cueste cantidades exorbitantes de dinero.

El año 2020 empezó la pandemia. ¿Cómo afectó el COVID-19 el negocio que estaba desarrollando?

Es curioso. De hecho, yo tenía la esperanza por el subsuelo. Me dije “ya perdí toda la inversión; tendré que esperar lo peor”. Hasta que el primer día que nos dijeron que debíamos usar mascarillas, yo quería ir al supermercado y estas se agotaron. Tenía que salir al supermercado con un pañuelo en la cara. A partir de esa experiencia, yo misma me preparé una mascarilla de tela con el material que sobraba de antiguas producciones. Lo publiqué en mi Instagram y esto tuvo una llegada muy importante que me ayudó a salir adelante. De hecho, las 50 primeras mascarillas que hice como jugando se vendieron en solo dos horas. Entonces, armé unos diseños. Y yo misma me fotografiaba con outfits que armaba y que combinaban con las mascarillas. Fue un éxito. Creo que fui muy afortunada por haber tenido una oportunidad como esta, cuando claramente había una crisis terrible en todo el mundo. Ahí también, en paralelo, comencé confeccionando prendas para otras marcas. Es un trabajo que me hizo aprender mucho sobre la industria, para así alcanzar experiencia e ir creando un nuevo concepto de moda.

A partir de esa anécdota, se dio cuenta de que la gente siempre necesita expresar su esencia y estilo, aun en situaciones extremas.

Sí, de hecho sentí que darle ese toque alegre a un momento trágico y tan lamentable fue un pequeño gesto. Eran momentos en los que, en el mejor de los casos, la gente optaba por andar en pijama en casa, deprimida y aislada. Era como un refuerzo de energía y optimismo, para al menos pudiendo entretenernos armando nuestros outfits en casa.

¿Cómo definiría el concepto de su marca?

Estoy fascinada con el estilo old money. Me gusta la elegancia, la sobriedad. Me estuve inspirando mucho en el corte y la tenida de algunos diseñadores de alta costura. Piezas vintage, clásicas, minimalistas, con colores neutros y tonos tierra. Pero accesibles para el Perú. Muchas marcas extranjeras fabrican sus prendas aquí y las venden a un precio exagerado.

¿La venta y el servicio de posventa por Internet facilita las cosas, a diferencia de una tienda física?

Las redes sociales comunican mejor y facilitan los envíos y la conexión con los clientes. Obviamente la diferencia en costos es significativa. Pero, además, los clientes pueden ver cómo se usan las prendas, precisar sus requerimientos por escrito e interactuar con la tienda en el momento que le plazca. En ese sentido, las redes sociales son una maravilla de eficacia para vender. Sin embargo, sé que también hay un grupo de personas que aún utilizan el metodo confiable de ir directamente a probarse una prenda para no correr ningún riesgo, lo cual es entendible. Por esa razón nos estamos instalando en la tienda SMT, en la Av. Conquistadores 714, en San Isidro. Allí puedes encontrar zapatos, bikinis, prendas de todo tipo y por supuesto todos los diseños de la marca Dominique.

Vivió fuera del Perú. ¿Qué ventajas tiene la industria de la moda en otros países con respecto a la peruana?

Viví en Barcelona un año. Trabajé haciendo prácticas como comunicadora. Efectivamente, la diferencia es sustancial. El mundo de la moda en Europa me inspiró. También viví en Colombia, donde trabajé para una empresa de moda, como encargada de marketing. Manejaba las vitrinas. Una experiencia muy enriquecedora. La industria de la moda en el Perú tiene mucho potencial. La calidad textil es increíble. La tradición milenaria que se ve en la materia prima. Hay mucho por crecer. Solo falta un poco de versatilidad, adaptación y tolerancia.

¿Cómo visualiza sus diseños en un futuro cercano?

Estoy emocionada y siempre seré optimista, imaginando que tendré más acogida por los peruanos que aprecian el buen vestir y la buena calidad. Me encantaría armar más pasarelas y obtener un lugar reconocido en el mundo de la moda.

¿Los emprendedores corren más riesgos al inicio?

Sí, hay muchos riesgos. Pérdida de inversión, mal manejo de ingresos, pero sobre todo las estafas. Tuve una marca antigua, cuando tenía menos edad. Lamentablemente, las estafas por Internet son muy comunes en todos los rubros. Y el de la moda no escapa a esa tendencia. Utilizaron el nombre de mi marca. Tomé esa mala experiencia como un nuevo camino. Y me reinventé.