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Si la crisis económica y la pandemia nos ha puesto la vida difícil, imagínese para una persona ciega. Lorenzo Pérez, cuyo hijo se ha convertido en sus ojos, sorprende a todo aquel que lo observa tocar el órgano digital sin ver el teclado.

Pese a la adversidad, el hombre consigue ganar unas monedas para sobrevivir con su carrito musical portátil.

Pérez es uno de los 3 millones de peruanos con algún tipo de discapacidad que el mercado laboral prefiere no ver.

Que tu propio Estado te dé la espalda es quizá lo más difícil de aceptar.

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