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Este mes, se cumplieron 51 años de la muerte de Jim Morrison en circunstancias nunca esclarecidas del todo. El 3 de julio de 1971 una de las estrellas de rock más polémicas de su generación fue hallada sin vida en un departamento en París, Francia. 

¿Qué se puede decir del Rey Lagarto que no se haya dicho antes? Ícono, poeta, chamán, bufón, alcohólico, se le ha dicho casi de todo. Sin embargo, su presencia en la historia musical sigue causando la misma fascinación que en 1967, cuando el mundo conocía a The Doors con su legendario primer LP. Ahí empezaba la leyenda.

 

Las puertas de la percepción

Pero incluso las leyendas tienen puntos de partida. Era el verano de 1964 y James Douglas Morrison pasaba el tiempo en la playa de Venice en California. Había terminado sus estudios de cine en la UCLA, pero estaba decidido a dedicarse a lo que consideró siempre su auténtica vocación: la poesía.

Fue en ese lugar donde se encontró con Ray Manzarek, un ex compañero de la universidad a quien le leyó algunos versos de un poema suyo llamado Moonlight Drive. De pronto, Morrison empezó a cantarla y Manzarek creyó descubrir algo único y perturbador en esa voz de barítono. Le propuso formar una banda y “ganar un millón de dólares”. Morrison aceptó.

Poco después se les unieron Robby Krieger y John Densmore, quienes eran parte de una banda llamada The Psychodelic Rangers. Robby, con formación en la guitarra flamenca, y Densmore, con influencias del jazz en su estilo, demostraron ser las piezas que faltaban a la agrupación. El nombre del grupo vino de una cita de William Blake: “si se depuraran las puertas de la percepción, todas las cosas aparecerían tal como son: infinitas”.

Poeta edípico

La banda se acopló muy bien y comenzaron a trabajar sus primeras canciones y a tratar de abrirse paso en la escena. No fue difícil, no había ningún grupo con un sonido similar al suyo. En 1966 comenzaron a tocar en el emblemático Whisky a Go Go, pero había un detalle: la extrema timidez de su vocalista que se empecinaba en cantar de espaldas al público. ¿La solución? El alcohol.

Una noche en que Morrison había bebido especialmente más de la cuenta, decidieron tocar un poema suyo musicalizado llamado “The End”. Cuando el público estaba en pleno trance musical, el vocalista llegó al punto cúlmine de su narración: “Father? / Yes, son / I want to kill you / Mother… I want to fuck you”, gritó Morrison al micrófono. La gente se volvió loca y automáticamente fueron vetados del lugar.

Pero esa noche, fue distinta por otro motivo más. Paul A. Rotchild, productor del sello Elektra, había llegado a verlos y se quedó maravillado con la presentación. Les propuso grabarles un disco y hacerlos legendarios.

Enciende mi fuego

“The Doors”, el primer LP del grupo, vio la luz en pleno verano del amor de 1967. El sello, en su afán de sumar bandas nuevas a su catálogo, no escatimó en gastos de promoción. El primer single fue “Break On Through (To The Other Side)” que solo logró un éxito menor en las radios. Pero todo cambió cuando las emisoras empezaron a hacer sonar “Light My Fire”.

El tema, cuya letra es de Krieger, trata de una pareja llegando “a lo más alto” de la pasión, aunque también hace alusión al efecto de las drogas. Pese a ello, o quizás por ello, fue un boom y llegó a lo más alto de las listas. El disco apenas fue superado en ventas por el “Sgt. Pepper's” de The Beatles.

Con todas las miradas puestas en ellos, Morrison comenzó a transformarse en un ícono y algunas voces lo consideraban el nuevo Elvis. Pero era en el escenario donde mejor brillaban: el vocalista era un frontman teatral, provocador, único, y la banda era genialidad pura.

Decir que con el éxito llegaron los problemas para la banda, sería impreciso. En realidad, la banda tenía todo el potencial para transformarse en un problema para muchos. El éxito solo les dio un margen de maniobra más grande.

Esos hombrecillos azules

Jim Morrison se convirtió en el primer artista de rock arrestado en el escenario. Fue en el New Heaven Arena en Connecticut, el 9 de diciembre de 1967.

“El hábito de beber de Jim había crecido en paralelo con nuestro éxito, por lo que los miembros de nuestra banda y el equipo se turnaban la tarea de intentar mantenerlo lo más sobrio posible en las noches de show”, recordó Robby Krieger sobre ese episodio en un artículo para Lithub.

Dos horas antes del concierto de esa noche, Morrison había bebido más de lo habitual. Un grito hizo que el guitarrista corriera al camerino del vocalista. Lo encontró cubriéndose los ojos con dolor y a un policía con él. Al parecer, el oficial le había rociado gas pimienta tras una discusión.

Pese al incidente, salieron al escenario. En medio del tema “Back Door Man”, Morrison comenzó a relatar lo que había ocurrido con el policía refiriéndose a un hombrecillo azul, con gorra azul y traje azul que lo había agredido tras bambalinas. En ese momento, los oficiales subieron al escenario y se llevaron a Morrison a empujones. El público se volvió loco y casi destroza el local.

Aquel solo fue el inicio de muchos otros problemas con la Policía que llegaron al punto de que cada actuación era “resguardada” por agentes. Lo peor ocurrió el 1 de marzo de 1969 en el Dinner Key Auditorium en Miami. Aquella noche, Morrison se dirigió al público y los alentó a hacer lo que quisieran.

“Ahora escúchenme, no estoy hablando de no revolución, no estoy hablando de no manifestarse. ¡Estoy hablando de divertirse! ¡Estoy hablando de bailar! ¡Quiero ver a todos de pie y bailando! (…) Quiero verlos haciendo ruido. Quiero verlos gritar. Quiero ver diversión. ¡Quiero ver su diversión!”, desafió el vocalista a un auditorio de más de 6 mil personas.

Lo que ocurrió después es muy confuso, pero, según el atestado policial, Jim Morrison mostró sus genitales al público y, por ello, fue acusado de exhibicionismo y comportamiento inmoral. El juicio se extendió por casi 3 años, pese a que no había ninguna prueba certera de la acusación. Sin embargo, fue demoledor para la banda.

Muchas presentaciones suyas fueron canceladas y las radios dejaron de rotar sus temas. Pero no era solo por sus problemas legales, sino porque Morrison se convirtió en algo así como un enemigo público para el país. Alguien que hablaba de revolución, cuyos conciertos terminaban en caos y peleas con la Policía no podía ser subestimado en plena época de Nixon y su persecución de “agitadores” contra la Guerra de Vietnam.

Mr. Mojo Risin

A inicios de los 70, la banda estaba bastante desgastada. Su disco de 1969, “The Soft Parade”, había sido vapuleado por la crítica y la actitud errática de Jim Morrison, fruto de sus borracheras, hacían pensar que The Doors ya no tenían nada que ofrecer.

De hecho, quien parecía más empecinado en confirmar esto era el propio Morrison. Deliberadamente, se había dejado la barba y el cabello largo, además de exhibir un sobrepeso que lo hacía distar mucho de la imagen que la discográfica quería seguir vendiendo. El sello tuvo que usar fotos de los primeros años del grupo para ilustrar el disco en vivo “Absolutely Live” y los afiches promocionales.

Vetados en los programas de TV y las radios, el éxito del siguiente disco, “Morrison Hotel”, sorprendió a más de uno. La placa estaba colmada de hits y el grupo había pasado a explotar una vena bluesera que los hacía sonar vigorosos nuevamente.

Sin embargo, Morrison ya no daba más emocionalmente. En 1971, con el juzgado a punto de confirmar su sentencia contra él, decidió irse a Paris tras terminar las grabaciones de su último disco con la banda, “L.A. Woman”. Con el viaje, Morrison pretendía, ahora sí, dedicarse de lleno a la poesía.

Pero tampoco pudo hacerlo esta vez. El 3 de julio de 1971, tres meses después del lanzamiento del disco, Morrison fue hallado muerto en la bañera del piso que compartía con su novia, Pamela Courson, en París.

Réquiem

Muchas conjeturas y misterios envolvieron la muerte de Morrison. Según el acta de defunción, murió de un ataque al corazón, aunque nunca se le hizo una autopsia. Además, las características del cuerpo descrito en el acta parecían no corresponderse con el suyo.

Las versiones de una sobredosis o un asesinato han poblado las páginas de la leyenda con detalles para el gusto de todos. Lo real es que Morrison murió a los 27 años al igual que Janis Joplin y Jimi Hendrix, otras estrellas prometedoras de su generación que se fueron en circunstancias parecidas.

Con fanáticos y detractores, el legado de su presencia continuará llenando páginas en la historia musical como todo poeta que vivió en llamas el precio de construir su propia leyenda en sus propios términos.