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En el Perú, la ocurrencia de sismos es continua en el tiempo y cada año el Instituto Geofísico del Perú (IGP) reporta en promedio entre 150 a 200 sismos percibidos por la población. Estos sismos son la liberación de energía que sucede en el interior de la tierra de manera imprevista e inevitable.

La profundidad y la fuerza con las que se producen estos movimientos nos hacen sentir la energía liberada, afectando directamente a la superficie donde vivimos. Dependiendo de su intensidad, un sismo puede afectar a la población con daños a la infraestructura –viviendas, sistema de agua potable y alcantarillado, energía eléctrica, transporte y comunicaciones– hasta consecuencias más graves como la pérdida de vidas humanas.

Asimismo, con frecuencia pueden desencadenar otros fenómenos naturales secundarios como tsunamis en zonas costeras, deslizamientos en áreas cercanas al epicentro con pendientes elevadas y procesos de licuación de suelos.

¿Por qué se producen los sismos?

Los sismos son uno de los fenómenos naturales que no están relacionados con las condiciones climáticas y, según su magnitud, pueden ser capaces de provocar un gran daño en cuestión de segundos. Gracias al Mapa de Sismicidad Mundial, actualmente conocemos que el “Cinturón de Fuego del Pacífico” -donde nos encontramos- es una de las zonas de mayor frecuencia de actividad sísmica.

En nuestro país, el 70% de los sismos se originan en nuestra zona costera debido al choque entre las placas de Nazca (oceánica) y la Sudamericana (continental). De acuerdo con el informe “Evaluación del peligro asociado a los sismos y efectos secundarios en Perú”, este proceso da origen a sismos de diversas magnitudes y focos, ubicados a diferentes profundidades, todos asociados a la fricción de ambas placas.

Por otra parte, en la región sur, el hundimiento de las placas es diferente y trae como consecuencia la presencia de volcanes. Es decir, la placa de Nazca lleva en su interior agua que se evapora por el incremento de la temperatura a mayor profundidad, se mezcla con los minerales presentes en el manto y asciende a la superficie para formar los volcanes. Así, además de los movimientos sísmicos, la actividad volcánica representa un peligro adicional para las ciudades ubicadas en esta zona.

Cabe recordar que, cuando un volcán entra en actividad, también es normal que se presenten movimientos telúricos.

¿Cómo se miden los sismos?

Las escalas de magnitud e intensidad se utilizan para cuantificar o medir los movimientos telúricos. La escala de magnitud está relacionada con la energía liberada; mientras que la intensidad, con los daños producidos por el sismo sobre la población y la infraestructura.

La escala de magnitud es la que tradicionalmente se conocía como Ritcher y se basa en la amplitud de la onda registrada en un sismograma. En el caso de la intensidad, se mide con la Escala Modificada de Mercalli (MM),un rango de 12 puntos que van desde escasamente percibido (MMI) hasta destrucción total (MMXII).