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Si, como dicen que sostuvo Honoré de Balzac, la novela es la historia privada de las naciones, entonces "Malambo", el magistral libro de la escritora Lucía Charún-Illescas que se ha reeditado después de 21 años y se presentó hace unos días en la FIL Lima 2022, es el lado B de nuestra época colonial, un acercamiento al mundo de quienes hasta la fecha habían sido apenas representados en nuestra literatura nacional.

Porque, con su vena histórica, el título de quien es considerada la primera novelista afroperuana narra las vicisitudes de personajes que habitan un barrio de negros esclavizados y cimarrones de la Lima del siglo XVI o XVII. Un lugar que era conocido como Malambo, limítrofe con el río Rímac, en el que también confluía la cultura andina y que hoy, en esas ironías del colonialismo contemporáneo, lleva el nombre de Francisco Pizarro.

"La novela la empecé muchísimo años antes [de 2001]", contó Lucía Charún-Illescas a RPP Noticias. "La empezaba, la dejaba, la corregía y volvía. Los escritores tenemos mil oficios, porque escribir es una inversión a plazo largo. Mientras tanto, tenemos que subsistir. Aparte de eso, hice una investigación histórica. Y leí documentos que ya habían sido publicados sobre la época. Y lógico, también es bastante fantasía. Es creación literaria", agregó.

Escuché en su presentación que como afroperuana usted sintió la curiosidad de investigar sus raíces africanas, lo que abrió todo un horizonte. Incluso exhortó a que más afroperuanos hagan lo mismo. ¿Fue ese el punto de inicio para escribir "Malambo"?

Sí. No tenía una identificación con los personajes de la novelas reconocidas o conocidas en la literatura nacional, aparte de "Matalaché", de López Albujar, que es antiquísima, y "Monólogos de las tinieblas" y "Canto de sirena". Estas tres novelas, que son muy buenas y escritas por hombres, son novelas rurales. No representan al afro limeño. Y ese era uno de mis vacíos. Cómo es posible que no existamos en nuestra historia nacional. En los programas educacionales, hay solo una página destinada a la abolición de la esclavitud.

Publicada en castellano en 2001, "Malambo" de Lucía Charún-Illescas volvió al mercado editorial bajo el sello de Seix Barral. | Fuente: Editorial Planeta

"Malambo" es también el retrato de una Lima, con todas sus taras sociales propias de la época, pero con una arquitectura y una geografía que es recreada con un gran sentido del detalle. ¿A qué libros recurre una novelista como usted cuando quiere sentarse a escribir algo?

Primero se llama a las musas, porque musos no hay, las musas son femeninas (ríe). ¡Es trabajo! ¡Es sudor! Sentarse a escribir es un trabajo de reescritura. Uno puede tener todo el material, pero no hay otra manera de crear que es sentarte. Y lógico, hay cierta destreza, que en algún momento se tiene, se aprende.

Dentro de su formación como escritora, ¿qué lecturas la marcaron, le ayudaron a escribir de determinada manera o hallar un tono?

Bueno, sí, yo he leído mucho en épocas anteriores a los clásicos. Por ejemplo, [Alejo] Carpentier, el representante del realismo maravilloso. Me interesa mucho —lamento decir siempre "los autores", porque definitivamente hay pocas mujeres— la literatura latinoamericana. He leído a todos los autores del boom, que además mencionan muchos autores norteamericanos y hacen un paralelo entre el sur de Norteamérica y algunos paisajes de Colombia o México. El hecho de haberlos leído influye en nuestra forma de entender la vida y eso es lo que busca un autor o una autora: que a partir de lo que uno ha escrito haya una continuidad.

Hay otro motivo que hace de "Malambo" una novela atractiva. Y es la musicalidad de su prosa, su riqueza verbal que integra afronegrismos, quechuismos, un castellano de época. Su inicio ya nos da indicios de lo que un lector puede esperar. ¿Le parece que el oído es algo que se entrena?

Yo vengo de una familia no tradicional. Mis padres han sido huérfanos y no tengo una tradición familiar. Yo no puedo decir que mis abuelos me contaron, me dijeron, qué sé yo. Muchas de las cosas las he tenido que descubrir yo misma, viajando por el interior y sentándome a escuchar a las personas. Es una musicalidad personal. Hay personas que tienen una cierta musicalidad en el lenguaje, en el idioma. Mi madre es una persona educada, leída. Entonces de niña escuchaba sus maneras de hablar. Yo tengo una cierta musicalidad. Desde niña he tenido un lenguaje amplio debido a la lectura. Yo escribo y leo en voz alta lo que he escrito. Tiene que sonarme lo que digo. Ahí me parece que ya lo logré.

La novela tiene pasajes que me resultan comiquísimos. En la descripción de Manuel de la Piedra, por ejemplo, usted escribe: "Entre nubes de rubio y colorado, entre alto y cincuentón, parecía no importarte que su talla, a pesar del cinto, ya se le desvencijara sin trabas a favor de una panza repujada, promiscua y oronda como botija de barro de Guadalajara". ¿Es consciente del sentido del humor que maneja?

Sí, sí (risas). Me doy cuenta y a veces pienso que se me está pasando la mano. Es mi personalidad, que es un poco burlona a veces, un poco irrespetuosa. Pero me divierto, porque el autor o la autora se tiene que divertir cuando escribe. No soy una persona que me tomo demasiado en serio en ese aspecto. Suelto el tema y cuando lo leo, me divierto. El proceso creativo lo interpreto así.

Si una novela histórica puede significar la confrontación con un pasado, ¿qué aspectos cree que todavía perviven en nuestra actualidad que en su novela ha retratado?

Quizás el aspecto principal: a Tomasón, el pintor, le llega un momento en que tiene consciencia no solamente de su esclavitud, sino de su cercanía con la muerte, por así decirlo, y hay una persona que le dice que piense en lo que está haciendo. Y este esclavizado, se cimarronea. Toma su vida en sus propias manos y se va. Y esa es la idea. Uno tiene que tomar la vida en sus propias manos. Las imágenes que tenemos de los esclavizados son de personajes normalmente pasivos. La idea del esclavizado afroperuano es de una persona festiva, alegre, que no es muy consciente de su cultura y pasado. Y mis personajes son personas que luchan, que se defienden, que tienen personalidad. No son personajes trágicos. "Matalaché" es la figura del esclavo trágico, que se repite en la novelística de esa época.

Tengo entendido que usted empezó a escribir la novela con una mujer como protagonista, pero Tomasón terminó por imponerse.

Sí, es cierto, yo quería poner como protagonista a una mujer, pero era una joven, y Tomasón, consideré que tenía la experiencia de la vida, y además el recuerdo del África ancestral. Consideré que era importante que un personaje haya vivido las dos épocas.

Eso no quita que los personajes femeninos tengan una fuerte presencia. ¿Se filtra su posición como feminista al definir este tipo de personajes?

Definitivamente. Las mujeres de la novela son fuertes, decididas. Una de ellas busca a su padre, que desaparece, y hay todo un viaje de la niñez, casi adolescencia hasta que es mayor. Yo pienso que los personajes femeninos son decisivos para el desarrollo de la novela.

He leído que tiene dos novelas más que están listas para publicar. ¿Podría adelantarnos algunos detalles?

La temática es la misma: la afroperuanidad, los personajes afros dentro del devenir de la historia. Ellos no solamente son parte de este mundo costeño, sino de todo lo que es el Perú. La presencia afro muchas veces se centra en la costa, pero la cultura afroandina está presente todavía y no somos muy conscientes. Por ejemplo, los negritos de Huánuco, de Pasco, las morenadas, la danza del Qhapaq negro que son una representación de personas que existieron, tuvieron vidas, con seguridad oficio... Hay que trabajar un poco en el tema. No prestamos atención al afrodescendiente en los Andes. 

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