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Algo ha quedado claro a partir de las detenciones y el allanamiento realizados anoche en Palacio de Gobierno: que el equipo policial especial, formado a pedido de la Fiscalía, ha tomado muy en serio su labor, la de investigar los casos de corrupción vinculados con el Poder Ejecutivo. A medida que los indicios se acumulan y los colaboradores eficaces se multiplican, resulta difícil creer que podía no estar informado de las actividades de sus familiares y allegados cercanos. El caso más notorio fue anoche el de su cuñada e hija adoptiva, Yenifer Paredes, quien hace pocos días alternaba respuestas evasivas y silencios sonoros a propósito de sus actividades en el distrito de Anguía, junto al alcalde y a los hermanos Espino de la empresa que lleva su nombre. Al parecer, Yenifer Paredes ha optado por convertirse en una nueva prófuga de la Justicia, como su primo Fray Vásquez y como el exministro de Transportes Juan Silva. ¿Se hallaba en Palacio de Gobierno la señorita Paredes y logró escapar o esconderse?

Aunque cada uno es responsable de sus actos, todos los caminos del delito conducen a Pedro Castillo. Él fue el que quiso ser presidente, el fue el que escogió colaboradores deshonestos e incompetentes, él fue el que desoyó las exhortaciones que le hicieron a tiempo no solo sus adversarios, sino también ministros como Avelino Guillén y Mirtha Vásquez. La imagen de funcionarios de Palacio intentando vanamente evitar la entrada de fiscales y policías es el símbolo más bochornoso de la noche. Sin embargo, en su discurso a la nación, Castillo persistió en atribuir a la Fiscalía la participación en un complot mediático contra su gobierno. Si de verdad pensara en el Perú y en los más vulnerables, no dudaría en reconocer que lo mejor que puede hacer es renunciar.

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