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Tiene prohibido flotar. Esto, en el argot de los marchadores, siginifica perder el contacto con el suelo de al menos uno de los pies. Esa pierna que sirve de apoyo, además, no puede flexionarse. Se le conoce también como fase de vuelo y, aunque en el trote está permitido, en la marcha atlética no. En esa disciplina del atletismo, la idea es trasladar el cuerpo a la mayor velocidad posible, pero sin llegar a correr y cumpliendo ciertas reglas, que incluyen un determinado movimiento de cadera y brazos. Irónicamente, mientras se concentra en no volar, ella imagina que es un ave. 

Kimberly García nació en Huancayo, tiene 28 años y marcha desde que tenía cinco. Fue su prima de 15 la que, cierto día, la llevó a su entrenamiento. Desde entonces, se mentalizó en aprender la técnica y competir hasta lograr objetivos. A los nueve años, ganó una medalla regional. La primera de muchas que acumularía en casa. La que le serviría de motivación para dedicarse de lleno al deporte. Pero las más importates, sin duda, las conseguiría cerca de dos décadas después. 

Dos medallas de oro en un mismo mundial, primer podio peruano en esa competencia y récord nacional y sudamericano en la categoría de 35 km. fue lo que consiguió entre el 15 y el 22 de julio de 2022. Dos campeonatos mundiales que le permitieron hacer historia. Fruto, por supuesto, de 23 años de trabajo, de perfeccionar la técnica, de superar la falta de apoyo, de regresar del retiro, de automatizar motivimientos, de dosificar la energia y, aunque parezca obvio, de decidir en qué pensar. 

Una hora, veintiséis minutos y cincuenta y ocho segundos (01:26:58) fue lo que tardó en llegar a la meta, en la prueba de 20 kilómetros del Mundial de Oregon. En la segunda, de 35 km., hizo dos horas con treinta y nueve minutos y dieciséis segundos (02:39:16). ¿Qué pasa por la mente de Kimberly García durante ese tiempo? ¿En qué piensa mientras recorre la pista atlética? ¿Puede controlar sus ideas, mientras da vueltas pensando en llegar a la meta? 

"Me imagino que soy un ave, para no cansarme", dice. Mientras se concentra en no flotar, Kimberly imagina que vuela. No que incumple la restricción del deporte que practica, sino que vuela de verdad. Que la cadera no duele, que las piernas no pesan, que los pies no se adormecen. Ella, mientras el cronómetro avanza, imagina que se eleva y avanza por los aires, como si fuese un pájaro. "Trato de creer que estoy volando”, agrega, y se ríe. Siempre se ríe. A veces de nervios, a veces de emoción, otras sin motivo específico. Kimberly siempre ríe. O casi siempre, en realidad. En Canadá, hace siete años, no pudo reir, ni volar.

El regreso del retiro

En los Juegos Panamericanos Toronto 2015 llegó quinta, pero ella no recuerda haber cruzado la meta. Cuando recobró la conciencia, se vio en una camilla, recibiendo oxígeno. “Es extraño lo que le ha pasado. Ella ha competido en condiciones más duras”, dijo, al final, Pedro Cañizares, su entrenador.

Fueron 20 los kilómetros que recorrió y, aunque en los primeros 15 estuvo en el pelotón de adelante, luego empezó a ceder terreno. Llegó desvanecida, con la mente en blanco. No había consumido geles ni hidratantes necesarios para la alta competencia, más allá de las bebidas comerciales, y no por descuido, sino por desconocimiento: no tenía respaldo del IPD, de su Federación, ni del Comité Olímpico.

De chica, usaba zapatillas de 25 soles, pero las ampollas le causaban mucho dolor. Entonces, sus padres hicieron un esfuerzo extra para conseguir un buen calzado. "Mis zapatillas, en dos semanas, se hacen hueco. En Huancayo se destrozan al toque. Necesito siquiera cuatro pares al mes porque entreno en la mañana y en la tarde, y no puedo usarlas rotas porque causan lesiones. Cada par está 500 soles. Es un gasto", cuenta.

La inversión era mucha, pero no suficiente, porque también necesitaba ropa de entrenamiento, ropa de competencia, alimentación especial, suplementos, pasajes y estadías para las bases y los torneos. En los Juegos Olímpicos Río 2016, la falta de apoyo la llevó a tocar fondo: llegó en el puesto 14 y, si bien fue la mejor participación de Perú en ese evento multideportivo, ella comunicó que evaluaba el retiro.

"Alguna empresa o sponsor que se haya sumado a este sueño no ha habido. He mandado mi currículum, pero no dan respuestas. (…) Ya me cansé de pedir apoyo. Me tengo que financiar absolutamente todo. Si las empresas dan un tipo de apoyo y se suman a este otro ciclo olímpico, bienvenido sea, y puedo replantearme seguir. La marcha es mi pasión, pero uno no vive de esto. Tengo que ponerme a estudiar. Si fuera solo del deporte, me muero de hambre. Doy todo por el Perú, pero el apoyo tiene que venir, si queremos conseguir algo grande”, dijo a los medios.

 “Voy a pensar muy bien si voy a continuar. En mi país, el deporte no es muy apoyado y puede ser que no siga. No sé si voy a continuar. Motivación tendo de sobra, lo que hay es falta de apoyos. En el kilómetro 10 tuve calambres y no pude cumplir mi objetivo. No estoy nada contenta, esperaba más de mí”, sentenció.

Tras conversar con su familia, decidió dar un paso al costado y retomar sus estudios de odontología. Los había dejado para poder dedicarse al deporte, pero las cosas no salieron como quería. Un mes después de retirarse, mientras se resignaba a ser dentista, recibió la llamada de una marca, dispuesta a ser su sponsor.

La buena noticia la llevó a reevaluar sus posibilidades y creer que, tal vez, valdría la pena un último intento. Y asi fue. En 2017, obtuvo el primer lugar en el Challenge Marcha en Ruta y el segundo en los Bolivarianos de Santa Marta. Los auspicios empezaron a llegar y, de la mano, los buenos resultados.

 

Cosecha lo que sembró

En los Juegos Olímpicos Tokio 2020 no le fue bien. 'Kimy', como la conocen sus amigos, abandonó la carrera por la que tanto habia luchado, y volvió a pensar en dejarlo todo. "Las expectativas eran muy altas y, cuando a uno le suceden estas cosas, a veces quiere dejarlo y ya dedicarse a otra cosa. Estoy estudiando administración y pensaba dedicarme profesionalmente, pero mi familia cree mucho en mí y su apoyo me hizo retomar esto", explicó a AFP. 

Una vez más, la peruana no se dejó llevar por la frustración. Muy por el contrario, se puso nueva metas en una disciplina que considera una de las más competitivas del atletismo. 

"Marcha es más complicada porque requiere bastante técnica y concentración. Tienes que plantear bien, concentrarte, si estás pensando en las musarañas, eso te juega una mala pasada. Nosotros no solo dependemos de nosotros, sino de los jueces. No tenemos que doblar rodilla, ni flotar porque te descalifican, a diferencia de la carrera porque puedes correr como sea y no te descalifican. La marcha requiere de bastante estrategia", dice.

La teoría se la sabe de memoria, y la práctica le sale cada vez mejor. Y eso es, por supuesto, gracias a su talento, pero también gracias al apoyo que ahora sí recibe y le permite perfeccionarse. No en vano consiguió, en los Juegos Panamericanos Lima 2019, la medalla de plata y, ahora, un bicampeonato mundial. No en vano ha hecho historia.

A Kimberly, la atleta que imagina ser un ave para no cansarse, sí se le permite volar.

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