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El siglo XX fue notablemente fructífero en convertir a la ciencia en objeto de estudio de la filosofía, de la historia y de la sociología. El “terremoto epistemológico” ocasionado en la física y química clásica entre los años 1910 y 1925, generó una serie de interrogantes sobre el modo cómo la ciencia se desenvuelve y desarrolla al interior de ella misma y de qué manera los contextos externos tienen influencia en su evolución y transformación. Así, desde diversas perspectivas, muchas veces contrarias, los miembros del “Círculo de Viena”, Karl Mannheim, Karl Popper, T. S. Kuhn, I. Lakatos, P. Feyerabend, S. Toulmin, M. Bunge, entre otros, centraron una parte importante de sus indagaciones y reflexiones en comprender el “mundo de la ciencia”. Dentro de esta galería de ilustres “pensadores de lo científico” (que no debemos confundir con los científicos propiamente dichos como Einstein, Planck, etc.) se encuentra el profesor Gerald Holton.

La vida de Holton, hasta su llegada a los EEUU a inicios de la década de 1940, como la de muchos de los judíos alemanes de entre guerra, está rodeaba por avatares trágicos y novelescos. Sin embargo, una vez terminada la infausta guerra, el joven científico alemán logró la necesaria estabilidad para dedicarse a la investigación y a la enseñanza universitaria en Harvard, institución a la que estuvo ligado por siete décadas. Esta prolongada actividad intelectual está dividida en dos grandes campos de interés. El primero, constituido por publicaciones de carácter muy especializado (física teórica) y, el segundo, compuesto por una serie de publicaciones de carácter histórico y sociológico, en donde podemos encontrar sus mayores contribuciones académicas.

Dos de los aportes de Holton, que son de gran utilidad para quienes se dedican a la historia de la ciencia, y a la sociología del conocimiento y de la ciencia, es haber planteado el concepto de “themata”, a fin de describir al conjunto de ideas recurrentes, a veces intuitivas, que los científicos poseen y que dirigen gran parte de sus investigaciones. Los “themata” son como los lentes sobre los cuales los científicos “hacen” su ciencia. Estudiando la correspondencia y notas de Albert Einstein, y tomando en cuenta innumerables testimonios sobre él, Holton reconstruyó el modo cómo habían emergido de la mente de Einstein los “themata” que iluminaron sus descubrimientos y hallazgos. Este método, llevado al estudio de otros científicos y a procesos institucionales del conocimiento, sirve de gran ayuda para quienes nos dedicamos a la historia de las ideas.

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La otra contribución importante de Gerald Holton se encuentra en la relación entre crisis sociocultural y el aumento de la irracionalidad anticientífica. Según Holton, en la medida que las crisis sociales y culturales se intensifican, se arrecian las críticas contra la ciencia, despreciándose y atacándose al conocimiento objetivo. La “anticiencia” es un fenómeno típicamente moderno y es cíclico. En ese sentido, un riesgo que recae sobre la ciencia es que los “themata” de una parte importante de la comunidad académica de las últimas décadas está basado en la sospecha contra el conocimiento objetivo. ¿Cuál será la consecuencia de ello? La peor de todas: la muerte de la universidad como centro de formación del conocimiento objetivo y del rigor intelectual, sumiendo a la humanidad a nueva edad de mitos, magia de ignorancia a mayor escala.

Las obras fundamentales Gerald Holton son, entre otras, “Introducción a los conceptos y teorías de las ciencias físicas”, “Fundamentos de la Física Moderna”. Y los monumentales: “La imaginación científica”, “Ensayos sobre el pensamiento científico en la época de Einstein” y “Ciencia y anticiencia”. A quienes aún no se acercan a la obra de este notable pensador de la ciencia, les motivamos a leerlo.

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