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En el 2013, Emilio Obregón, dueño de la Casa Museo del Terror, compró unas ouijas que estaban parcialmente quemadas porque, según el vendedor, fueron recogidas de un depósito que se incendió durante la tragedia de Mesa Redonda (2001). Más tarde, Emilio se enteraría que en torno a dichos objetos ocurrían hechos inexplicables.