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Cuando el genial G. K. Chesterton señala que “Sin la familia estamos indefensos ante el Estado”, sin duda veía en toda su profundidad el drama que se cernía sobre las futuras generaciones. Tenía muy clara la crisis que estaba por venir. Recordemos que él escribe a inicios del siglo XX. Aún los delirios feministas y los afanes por destruir la familia eran ideas exóticas en la sociedad occidental.

La familia que conoció Chesterton era la formada por un padre una madre y los hijos. Cualquiera que en aquellos días hubiera hablado de familias monoparentales, nucleares, unitarias, con dos papás, familias sin hijos, familias comunales, con dos mamás, de una persona y un gato y cualquiera de las decenas de inventos de la progresía actual, hubiera sido descalificado inmediatamente como alguien fuera de sus cabales.

Lo cierto del caso es algo pudo ver ya en esos años Chesterton que le permitió profetizar que el ataque a la familia se intensificaría. Y qué duda cabe que acertó.

Hoy la familia vive bajo permanente ataque y la mejor manera de desaparecerla es que todo sea familia. Si todo es familia, nada es familia. Y si partimos de la idea de que el matrimonio es la base de la familia, y luego decimos que todo es matrimonio, entonces nada es matrimonio y se habrá acabado con la idea de familia.

Esa es La lógica por la cual, mientras el progresismo denosta de las instituciones tradicionales y ha generado la crisis de la familia degradando el matrimonio, a la vez quiere otras formas de matrimonio. Ese es el sentido del mal llamado matrimonio homosexual. Ya lo hemos dicho. Si todo es matrimonio nada es matrimonio.

El matrimonio es la unión libre de un hombre y una mujer que quieren o pueden procrear. Así lo establece el sentido común, la tradición y en el Perú felizmente la Constitución y las leyes.

Por esos motivos es que el impecable fallo del Tribunal Constitucional en los casos Susel Paredes y Martinot Servant cobran gran importancia.

El Perú solo reconoce el matrimonio heterosexual. Unión y reproducción son dos condiciones implícitas en la unión de un hombre con una mujer, requisitos para hablar de matrimonio.

En los casos mencionados, el más mediático de ellos, el de la congresista Paredes, que contrajo “matrimonio” con una mujer en el extranjero, no se cumplen estas condiciones, por tanto, no califican como matrimonio. No hay maternidad fruto de la unión de pareja en las uniones homosexuales.

Existen alternativas viables a las posibles uniones de las personas homosexuales. Alternativas que permitirían proteger su patrimonio, definir temas hereditarios y de salud. Todo esto puede pasar por un trámite notarial, por un contrato, un intercambio de poderes o las llamadas uniones civiles, pero de ninguna manera matrimonio.

El gran impasse es un tema ideológico. De lo que se trata es de destruir la familia. Por eso la progresía insiste en el concepto de matrimonio. Concepto que no es aplicable ni doctrinaria, ni legal, ni constitucionalmente en nuestro país.

The post Por: Luciano Revoredo / Destruida la familia estamos indefensos ante el Estado: el caso Susel Paredes appeared first on La Razón.