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La frase “bienestar policial”, ha perdido crédito, se ha convertido en una falacia, ni siquiera en buenas intenciones pues desde hacen varios años los policías reclaman y, con razón, que no son bien tratados.

Me explico, para atender a la familia policial en sus necesidades médicas, de hospitalización y en general de salud, se supone que cuentan con el Hospital Policial Central, en la avenida Brasil de nuestra capital. Incluso recién se ha construido un moderno edificio. Empero, las nuevas instalaciones hospitalaria no se ponen en operación, a los pobres policías y sus familiares, cuando requieren citas, ellas se les da con mucha demora, lo que los obliga a atenderse en consultorios particulares, lo que por supuesto atenta contra su economía, ciertamente muy elemental para no entrar en calificativos que puedan ser duros.

Cuando los policías tienen que trasladarse para operativos fuera de la ciudad en que domicilian, no se les entregan los viáticos antes del viaje, sino con posterioridad, lo que significa que tienen que financiar al Estado durante todo el tiempo del destaque temporal, lo que también ajusta sus magras economías.

En caso de ser denunciados por supuestos delitos de función y pese a existir la Defensoría de la Policía, no se les presta la merecida atención de calidad y cuando solicitan que sea el Estado quien remunere los servicios de defensores particulares, se posterga la decisión hasta las calendas griegas y, lo peor, es que muchísimas veces los petitorios son denegados.

Cuando por razón de su pase a retiro, sea por haber llegado al límite edad, al máximo de tiempo de servicios, o a propia solicitud, sin olvidar las invitaciones a retiro, se les demora algunos meses para otorgarles la pensión que les corresponde y la compensación por tiempo de servicios.

Dicho retraso significa que el policía que dejó de percibir sueldo por su pase al retiro, tampoco recibe la pensión, ergo se las tiene que agenciar sea con préstamos de sus familiares o recurriendo a prestamistas, puesto que ahorros no existen o si los hay, no son suficientes.  Recurrir además a prestamistas individuales, léase agiotistas/usureros, les es sumamente oneroso y perjudicial.

Nos hemos referido solo a algunos aspectos económicos, sin contar con el maltrato al que son sometidos, al ordenárseles el mantenimiento del orden público o la recuperación del mismo, sin los elementos necesarios para enfrentar la cada vez más osada actividad delincuencial, que está dotada de armas y que con ellas se expone la vida e integridad de los policías, sin olvidar la violencia generalizada que daña también a terceros e igualmente a la propiedad pública y privada, sometida a quienes desean el caos del país.

Ojalá que las cosas mejoren pues los recursos existen, lo que tiene que hacerse es cambiar la deficiente administración, para que los procedimientos sean expeditivos y no se tenga a los policías que nos resguardan y protegen, en situación de orfandad médica y encima sin contar con pensiones a tiempo. En la realidad el bienestar transformado en malestar.

La entrada Por: Ántero Flores- Aráoz / Bienestar Policial se publicó primero en La Razón.