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Los premios Nobel que la Real Academia de las Ciencias de Suecia otorga todos los años desde 1901, constituyen galardones del máximo prestigio en el mundo, pues se confieren por notables contribuciones al desarrollo de la paz, ciencia y cultura.

No hay premios ANTINOBEL, pero si los hubiera el gobierno peruano se llevaría la máxima presea por la pésima conducción de la gobernanza en nuestra patria. En solo un año ha destruido la economía nacional que tanto desarrollar en las últimas tres décadas.

Reiteraremos hasta el agotamiento, que gracias a las buenas reglas económicas de la Constitución de 1993 y a su seguimiento por los diferentes gobiernos que se han sucedido, el Perú se ha desarrollado, se ha reducido la pobreza, creció la clase media al igual que el empleo, sea formal o no, hubo incremento de las inversiones generadoras de trabajo digno, la recaudación tributaria en ascenso y por supuesto todo ello en la dirección hacia el bienestar.

Las reglas económicas constitucionales a las que nos hemos referidos son sencillas pero efectivas, como por ejemplo la garantía del derecho a la propiedad, la igualdad entre las inversiones nacionales y extranjeras como también las privadas y públicas, la libre iniciativa privada, el imperio de la economía social de mercado, promoción del empleo y libertad de trabajo, el pluralismo económico, libre competencia, libertad de contratar, libre tenencia y disposición de moneda extranjera, entre otros varios importantes principios.

Una gran pena, pero todo lo logrado se tiró por la borda, aunque en teoría persisten las garantías económicas a las que nos hemos referido, las que en la práctica son solo enunciados, pues el Gobierno las ignora o las salta a la garrocha, por supuesto con bastante maquillaje que no puede esconder totalmente la naturaleza tóxica del régimen político que nos conduce al abismo.

Es costumbre hacer un balance del gobierno cada cierto tiempo, en la práctica cada año, y al estar concluyendo el primer año del gobierno del lapicito y del partido que lo encumbró a la Casa de Pizarro, es oportuno que lo hagamos. Un balance por lo general tiene cifras en azul, esto es positivas, como también en rojo o sea negativas y, de allí conjugándolas obtendremos si la cifra final es aceptable o deplorable.

Es una pena, pero la cifra final del primer año de gobierno es muy negativa ya que lo único positivo que hemos encontrado es el manejo de la vacunación del COVID 19 en que se ha tenido el acierto de seguir con el derrotero direccionado en el gobierno de Sagasti.  Lo demás, la verdad no es malo, a nuestro juicio es pésimo.

Decimos que es pésimo porque la población está desilusionada, la pobreza ha crecido, el precio de alimentos, bienes y servicios se ha elevado en forma significativa; no hay inversiones, el populismo en camino ascendente, el empleo en retroceso, el nivel de vida en descenso, la recaudación tributaria también disminuye, la conflictividad social aumenta vertiginosamente al igual que el endeudamiento. En resumen: caos. ¡Qué pena!

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