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Han sido muy desagradables y poco felices explicaciones de la señora vicepresidente de la República en Davos, Suiza, (bajo la égida del World Economic Forum) en lo que constituye una ocasión muy importante en un foro mundial que ha servido por más de 50 años como plataforma global para que los líderes de gobiernos, empresas organizaciones internacional, sociedad civil y de la academia se reúnan a abordar situaciones críticas en el avance de la economía y desarrollo social global.  El año pasado no tuvo ocasión a raíz de la pandemia internacional del COVID 19, y esta era la ocasión para un reencuentro de cara a una realidad internacional muy complicada post pandemia y enfrentados con crudeza a la guerra del Siglo XXI entre Rusia y Ucrania, que tantos pesares está dando a la nación ucraniana, a la economía occidental y a las relaciones internacionales en general.

En este congreso mundial sobre las economías y desarrollos sociales más importantes, la “realidad” acerca de la situación del gobierno de Perú ha sido expuesta nada menos que por la vicepresidente de nuestra Nación, donde realmente su participación han dado vergüenza ajena al estar vaciado de contenido real y efectivo, y más bien ha estado  pletórica de ese lenguaje taimado de algunos políticos de provincias que creen que lo dicen todo, y no expresan nada, como un gran “Camotillo El Tinterillo”, señalándose  -entre otras cosas- la misma narrativa lastimera de siempre en la que el actual gobierno del Perú tiene “con las justas 9 ‘mesecitos”,  como si el diminutivo quisiera significar que el tiempo se presente más corto de lo que realmente es (creando, dicho sea de paso, un grave problema para los traductores a otras lenguas el diminutivo de marras),  pero tratando de crear con esta narrativa política sufrida con la pretensión de justificar la desazón y la absoluta incompetencia de gobierno en esos escasos “9 mesecitos” en donde se dice que es la derecha y la oposición las que no le han dejado -y aún no le dejan- gobernar, y que es la oposición y la derecha la que le ponen demasiadas trabas al presidente de la República, al “hombre del pueblo”, al “maestro del campo”, al mismo tiempo de omitir que en estos 9 mesecitos de este gobierno incompetente e inconexo ya se nombraron más de 50 ministros, con 4 presidentes de Consejo de Ministros en cuatro gabinetes, desde un exguerrillero como canciller, hasta gente claramente vinculada de “modadef” en ministerios claves, pasando por gente vinculada al cerronismo y gente vinculada con evidentes actos de corrupción en ministerios claves (con testimonios de personajes que aseguran que algunos ministerios han sido “comprados” con ingentes cantidades de dinero, en ministerios claves, como lo está determinando con cada vez más contundencia  el Ministerio Público.)  Véase, nada más, lo que ocurre con la gravísima inseguridad ciudadana a nivel nacional, y el enésimo cambio del ministro del Interior y el subsecuente relevo del enésimo jefe de la Policía Nacional.

¿De quién es la responsabilidad nombrar los ministros de Estado? Pues nada más y nada menos que del presidente de la República a propuesta del presidente Consejo de Ministros, de acuerdo al mandato de la Constitución.  ¿De quién es responsabilidad del ineficiente manejo del Ejecutivo en los ministerios con la gente así designada para esos cargos?  Pues nada menos que el presidente de la República. No es responsabilidad ni  derecha, ni la oposición, ni las huestes opositoras, vacadoras y golpistas, ni de la prensa concentrada, ni de los oligopolios, monopolios, ni de la banca, ni de las grandes empresas; no han sido el concierto de todas ellas, ni de ninguna de ellas en particular, las que han mal sugerido o peor aconsejado, ni impuesto ministros tan impresentables, en la mayoría de los casos.

Cabe resaltar que, evidentemente, el Ejecutivo carece de brújula y de capacidad para administrar el Estado, en tiempos en que la economía que está muy complicada, los temas de la salud pública y la pandemia que aún no cesa y que no ha sido controlada aún del todo.  Esa no ha sido responsabilidad de la oposición, ni de la derecha, que -malvadas ellas- no dejan gobernar al Ejecutivo; donde ha sido el presidente de la República quien ha tenido la infeliz iniciativa de sacar (por evidente presión del cerronismo) a uno de los pocos buenos ministros de su gabinete, justamente un sector tan sensible como el de  salud con el tema de la vacunación de por medio, para poner a un charlatán vendedor de “Agüita Arracimada” solamente para darle gusto a su eventual socio político, que veía con celos políticos al anterior ministro de Salud dentro de su cofradía de la izquierda, exigiendo poner alguien de su entorno aún a costa de la salud pública de la gran mayoría.

Esa paulatina destrucción y pulverización del Estado no es responsabilidad de la derecha ni en la oposición, ni de la prensa concentrada, ni de las grandes empresas o de la banca;  es una responsabilidad directa e indelegable de un presidente que no tiene al Perú, ni a la patria, ni a la República, ni a nuestra historia, como norte.  Tiene, por encima de todo ello, a una ideología que profesa como religión fanática a la que pretende subordinar todos -absolutamente todos- los intereses de la Nación; a una ideología que inclusive puede llegar a ser transfronteriza y por eso sus devaneos acerca del mar para Bolivia a costa de nuestra heredad nacional pasando por sobre la memoria de Grau, Bolognesi, Leoncio Prado, Alfonso Ugarte, Abelardo Quiñones o del Sargento Lores, por citar solo algunos de nuestros héroes nacionales que ofrendaron su vida por mantener, retener y defender con dignidad nuestro territorio nacional por aire, mar, tierra, lagos y ríos de nuestra patria; o por una suerte de panamericanización de la izquierda a nivel subcontinental.

Las lamentables expresiones de la señora vicepresidente de la República en Suiza acerca de cuál es su peculiar perspectiva de la situación política Perú, y de cómo  presenta una narrativa triste, oprimida, lastimera y melindrosa acerca de por qué supuestamente el presidente de la República no puede gobernar de manera adecuada es ciertamente una narrativa carente de realidad y de sustento, y no hace otra cosa más que desnudar la absoluta falta de capacidad del actual gobierno en su conjunto, para llevar las riendas del país en situaciones harto clamorosas muy preocupantes y, ciertamente, muy peligrosa para la supervivencia de nuestra República.

Pero, como bien enseña la ley de Murphy, la cosa siempre pudo ser peor.  Felizmente a la señora vicepresidente la de República no se le ocurrió -o no se animó- a tratar de deleitar y sorprender a su internacional auditorio en Suiza, nada menos que con su melodiosa voz, entonando a capella urbi et orbi las también lastimeras notas de “La Flor de Retama”.  Habría sido el acabose, el broche de oro autóctono que habría terminado por dibujar por entero al Perú de hoy ante la comunidad internacional y globalizada.

The post Por: Aníbal Quiroga León / Una narrativa taimada appeared first on La Razón.