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Es moneda corriente que en los gobiernos totalitarios, autoritarios o autócratas, el poder esté reñido con la libertad de expresión, porque la libertad de prensa supone investigar e informar de aquello que el poder autocrático desea mantener oculto.

Por lo tanto, no hay nada más contradictorio que el ejercicio absoluto del poder y la más irrestricta libertad de prensa.

Por eso es que las democracias se caracterizan por un respeto a todos los derechos fundamentales, sobre todo el derecho a la información

Y en las grandes democracias florece la libertad de expresión de manera muy aguda, penetrante y completa.

Es más bien una señal de los gobiernos autoritarios, como por ejemplo el Talibán, que se acaba de instalar en Afganistán, el sojuzgar a la prensa o no tener prensa.

Una queja común del autócrata suele ser que la prensa pregunta o indaga demasiado o que le da a un mismo tema demasiado. Lo que sucede es que pretenden mantener las cosas discutibles o que deben ser reprobadas en la más absoluta oscuridad y falta de conocimiento, y repiten monsergas de manera reiterada pretendiendo con eso imponerse a la verdad.

La libertad de prensa significa el acceso al conocimiento de la verdad sobre lo que ha ocurrido. La discusión sobre el nombramiento de personajes que tienen cualidades muy discutibles para los cargos de ministros, empezando por el propio presidente del Consejo de Ministros, que no tiene otra cualidad que ser un largo estudiante de derecho y el tener una vida política muy activa, pasando por algunos otros ministros seriamente cuestionados, mandos medios que han sido designados de manera irregular hasta llegar ahora a la designación del jefe de Indecopi, no hacen otra cosa más que corroborar que hay muchas cosas harto discutibles en el actual gobierno.

En ese sentido, no es casual que el gobierno y sus representantes se peleen a diario con la prensa, que no haya conferencias de prensa y que aleje a los periodistas porque lo que pretenden es mantener la oscuridad de su propia verdad, de sus actos hartamemte discutibles, sin que esto trascienda a la opinión pública acusando a la prensa como si fuera un actor y autor de sus propios males.

Es muy mala señal para la democracia que el poder se pelee con la prensa. El poder es el antagonista de la prensa, pero en una lucha democrática. El poder por ejercerse de manera legítima y constitucional y la prensa debe fiscalizar y velar porque los actos del poder se hagan de manera correcta y debe denunciar aquello que es incorrecto.

Por lo tanto, estamos viendo una arena política muy erizada y muy complicada cuyo pronóstico es reservado.

La entrada Por: Aníbal Quiroga / La prensa y su libertad se publicó primero en La Razón.