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La calificadora internacional Standard & Poor´s emitió un informe en el que bajó la calificación del Perú de BBB a BBB-. Lo que para algunos sectores puede resultar incomprensible o de poco interés, es un indicador de una noticia desalentadora para el país. En cristiano lo que significa es que ya no somos tan confiables como nación, en cuanto a la imagen económica que proyectamos ante los ojos de los inversionistas, en comparación con otras naciones que ostentan calificaciones más positivas. 

 La explicación que detalla la agencia internacional en su informe atribuye la baja puntación del Perú a la “persistente incertidumbre política”, a la “fragmentación del Congreso” y al “limitado capital político” del Gobierno, el cual le impediría poner en marcha medidas para consolidar el crecimiento. Estos aspectos son consecuencia de una subsecuente crisis política crónica. 

 Y como lo señalara esta semana el presidente del Banco Central de Reserva del Perú, Julio Velarde, el principal problema que enfrenta la economía peruana que impide recuperarse completamente, está en la política. El discurso de Velarde fue para algunos analistas políticos y económicos un serio llamado de alerta al gobierno y a los representantes del Poder Legislativo en especial. 

Si tenemos en cuenta los últimos acontecimientos en ese ámbito, no debería sorprendernos que las agencias internacionales nos evalúen con pesimismo. 

Estos resultados eran de esperarse pues la institucionalidad del país viene siendo afectada de forma constante por algunos sectores más interesados en velar por sus intereses políticos que los de los más desposeídos. Lo que viene sucediendo en el Ministerio Público, en la Junta Nacional de Justicia (JNJ),en el Tribunal Constitucional (TC),entre otros, sin duda es considerado por las calificadoras para efectuar sus balances y, por ende, no debería sorprendernos el pronunciamiento reciente de Standard & Poor´s. Por el contrario, es muy posible que, así como vamos, más agencias calificadoras nos pongan una calificación descendente. 

 Como señalan expertos, la crisis política nos pasa una factura cada vez más alta y un riesgo por considerar, es que, de continuar la situación por la misma senda, es probable que cualquier esfuerzo gubernamental por dinamizar la economía tenga efectos limitados. Es decir, las medidas que cualquier gobierno apruebe pueden ser las mejores, pero serán vanos sus esfuerzos si es que la actitud y calidad política de los diferentes actores no mejoran. La incertidumbre y la permanente zozobra en que parece estar la situación política en el Perú, que se ve alterada con escándalos crónicos de diferentes índoles en diversos sectores del estatus político. Pareciera que existiera una productora de escandaletes políticos que no cesa de sacar nuevos capítulos de una nefasta realidad, que parece no tener fin. La expectativa pública nacional e internacional siempre estará atenta a los programas periodísticos dominicales a la espera de cuál será el destape de la semana para utilizarlos como pruebas en sus estudios. Con todos estos sucesos la capacidad de asombro de los peruanos ha quedado reducida a su mínima expresión Pues cuando se piensa que ya lo hemos visto todo, sobre todo en noticias políticas negativas, surge un nuevo titular de mayor peso y trascendencia.   

No culpemos a la derecha ni a la izquierda. Los responsables de esta situación van más a allá de los operadores políticos vigentes, pasa por un tema ético-social cuya raíz nace en hogares débiles y faltos de valores bien cimentados.  

La culpa no es de la derecha ni de la izquierda, sino de un problema ético-social que se origina en hogares con valores débiles. 

Por otro lado, si se trata de encontrar responsables, se podría considerar también a la gran parte de la ciudadanía, que observa con pasividad, cómo se va afectando la institucionalidad y la democracia. Sin dejar de lado, por supuesto, que la ciudadanía es la que elige a los representantes políticos que ostentan el poder. 

La ciudadanía debe asumir su responsabilidad y exigir que esta situación termine. Y la principal razón para ello es la urgencia de cautelar la buena salud de la economía y evitar que continúe perdiendo el vigor que hasta hace unos años mostraba. Esta es una tarea y responsabilidad de todos los peruanos. 

Es tiempo preciso de asumir responsabilidades y darse cuenta de que el Perú no puede desacelerar su avance, sobre todo no por factores de fondo, sino de forma y apariencia. Hasta la próxima semana, amigos de Primera.