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P. Doctor González-Olaechea, en su hoja de vida aparece que también es internacionalista, ¿Qué ha paso con el plebiscito en Chile?

R. Un jurista, embajador e internacionalista peruano afirma que no basta con haber estudiado relaciones internacionales, también se debe haber ejercido la profesión o la especialidad en el terreno, esto es, haber trabajado nidas. Ese es mi caso, he desempeñado más de 20 años cargos directivos en las Naciones Unidas en varios destinos en América Latina y en Europa.

P. Valga la precisión, vuelvo a preguntarle, ¿qué pasó en Chile?

R. Hagamos un breve recuento. Tras las revueltas violentísimas, inéditas y sin precedentes en Chile, el expresidente Piñera en octubre del 2020 convocó a una Convención Constituyente con la esperanza de que una la carta magna que reemplazara a la pinochetista sería la solución a sus múltiples problemas.  Los electores chilenos votaron a favor de la convocatoria con un altísimo porcentaje que bordeaba un 80% y el proceso se llenó de errores, excesos e insultos y el texto final quiebra o ignora tres principios básicos de la gestión de los asuntos públicos y de la política, la primacía de la realidad, la incapacidad material y la progresión.

P. Por favor aterrice su explicación.

R. Con mucho gusto, comamos el chicharrón con las manos, como en campaña, sin embutirnos el ollón entero. Chile tenía antes del estallido social del 2019 los estándares más altos de desarrollo de América del Sur, eran motivo de sana envidia para quienes tenían o tenemos muchas más riquezas y no supimos superar las enormes brechas sociales hasta ahora. En Chile, un alto porcentaje de trabajadores era empleado de empresas por lo que tenían a quien reclamarle más mejoras mientras que en nuestro país, por ejemplo, la informalidad superaba entonces el 60%, ¿a quién le reclamaban o le reclamamos?, a nadie pues, cada jinete con su caballo y muchos con pies descalzos. No había ni hay empleo formal suficiente. En Chile había muchos y se excedieron en el proyecto rechazado, menospreciaron la iniciativa privada como fuente creadora de riqueza, no buscaron acuerdos, se impuso una mayoría intransigente y todo con lenguaje de las y los.

P. Pero un rechazo tan alto no es fácil de explicar como lo hace doctor

R. Tiene usted razón. De los 155 convencionales, por cierto, muy criticados en las redes por sus altos emolumentos y beneficios comparados con el de las grandes mayorías, se asignaron cuotas para la constituyente. Un porcentaje fueron electos directamente en una cuota para independientes, ciudadanos que no respondían a un ideario partidario, cada uno con su sueño o con su pesadilla. Otra cuota se destinó a la paridad de género, entre hombres y mujeres, como si la inteligencia y preparación para elaborar un proyecto de constitución dependiera de la misma cantidad de calzoncillos y de calzones. La cuota de indígenas mapuches y de otras etnias superaba al porcentaje real de dichos chilenos respecto al resto de los demás ciudadanos, estaban sobre representados. Ah, me olvidaba, creo recordar que también pusieron cuota a “otras diversidades”. Creo que lo más profundamente dividió fue que el proyecto definiera a Chile como un Estado plurinacional encerrando muchos enredos cuando ya Chile había ratificado el Convenio sobre pueblos indígenas y tribales de la OIT, tratado suficiente y expresamente claro respecto a los derechos ancestrales que los ampara y corresponden.

P. El presidente Gabriel Boric adelantó su posición a favor por el nuevo texto y ahora su mismo electorado ha rechazado el proyecto que hizo suyo. ¿No resulta contradictorio cuando el mismo estuvo en las revueltas y lo eligieron presidente casi por eso?

R. No, no es así de causa y efecto. Su contendor final fue siempre un pésimo candidato y defendía el antiguo régimen sin concesiones. Nunca reconoció que la constitución de la dictadura militar también tenía cuotas y férreos candados. No entendió la necesidad del cambio y no transmitió una visión de país que despertara esperanzas y Gabriel Boric sí lo hizo y fue elegido en diciembre pasado en comicios limpios.

P. Doctor González-Olaechea ¿qué otros factores pueden explicar este rechazo contundente?

R. Tras haber leído tres veces el anteproyecto de constitución escribí el 28 de mayo pasado en El Comercio una columna que titulé Al fragor de la Convención y afirmé “ El proyecto de Constitución chilena se enreda en dispositivos burocráticos que imposibilitarían gobernar, legislar, fiscalizar y administrar justicia” El proyecto final sometido ayer contiene 178 páginas, 388 artículos y 54 disposiciones transitorias. Que yo retenga en mi memoria era el proyecto constitucional más extenso y confuso en la historia de la región. Un proyecto lleno de rigideces en donde la mayoría de los derechos sociales se endosaban al Estado. La fiesta convencional hipotecaba el presente y futuro fiscal al emprendedor y especialmente a las nuevas generaciones.

P. ¿El proyecto convencional no promovía mejoría para las mayorías chilenas?.

R. No. No redactaron una constitución que promovieran el bienestar general, aseguraba el malestar general y rotundo. A eso me refiero al principio de la incapacidad material. Estatizando casi todo, ¿cómo iban a financiar su utopía irresponsable con un Estado que casi todo lo tenía que poseer o acordar, que perdía su carácter histórico de unitario?, pretendieron en la práctica un Estado Federal contra su propia historia e historia constitucional en un territorio que es un estrecho largo en donde habían logrado maravillas exportando productos de la tierra y que siempre fue unitario e indivisible.

P. ¿Qué más nos puede relatar que explique el fracaso de la Convención Constituyente?

R. El rechazo da para largas interpretaciones, pero las más objetivas llegarán con el tiempo, sin heridas en carne viva y sin las pasiones del presente. El lenguaje del texto rechazado lo polarizaba casi todo, arriesgaba en la práctica la propiedad privada, modificaba un modelo económico bajo el cual Chile creció de forma imparable y manteniendo la fortaleza bélica de sus fuerzas armadas, la capacidad de su poderosa policía, los Carabineros, para imponer el orden interno necesario para garantizar el combate contra los nuevos y viejos retos delictivos. La discusión de los convencionales tuvo frases de grueso calibre contra los uniformados, el texto suprimía a los Carabineros de un plumazo, imprudencia absoluta por la que reclamaron hasta los centristas y algunos socialistas reputados. El mejor expresidente vivo, el socialista y ex alto directivo de la OIT, don Ricardo Lagos, se pronunció en contra ante los abundantes excesos y errores llamando inútilmente a los convencionales a la cordura.

P Finalmente, ¿qué puede ahora hacer el joven presidente de Chile?

R. El presidente chileno ya anoche adelantó opinión y ha demostrado que el cargo que ostenta le ha enseñado en qué consiste el principio de la primacía de la realidad, ha calificado al rechazo como “contudente”. También literalmente ha propuesto “un itinerario constituyente”. ¿Qué está diciendo el mandatario chileno? que el principio de la progresión es la ruta, ósea en buena cuenta, que optará por reformas necesarias, razonables y progresivas a la constitución vigente. Tomará un tiempo y podría convocar a un diálogo de referentes importantes, expresidentes, a sus ministros y asesores para proponer desde el poder ejecutivo reforma por reforma. Es lo razonable y lo posible, lo demás es caos asegurado. No era un proyecto constituyente, era un proyecto destituyente y así lo entendieron las mayorías.

Muchas gracias doctor

de nada , me ha agarrado con la noticia al instante, le agradezco la oportunidad al fragor de los resultados.

La entrada Entrevista sore el plebiscito chileno al Javier González-Olaechea Franco, doctor en Ciencia Política, experto en gobierno e internacionalista. se publicó primero en LA PR1MERA.