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El gobierno del presidente Pedro Castillo Terrones se ha visto afectado por las turbulencias de una crisis interna que no es de su autoría y que tiene larga data. Actualmente, ha colocado en la agenda algunas medidas para estabilizar su posición política como la discusión sobre una nueva Carta Magna. Y aunque algunos lo nieguen, esta ha sido el detonante que puso al brinco a los representantes de los grupos de poder en el país, que el mismo día que juraba como presidente de la República, ya le habían bajado el dedo y estaban pidiendo su renuncia. Con estos augurios y malos deseos ningún régimen puede lograr estabilidad y buenos resultados.
El presidente Castillo no es más que otro político que hace parte del eterno desfile de la inestabilidad del Perú. Una inestabilidad que no solamente tiene su origen en la debilidad del sistema político, sino también en la incapacidad del Estado para canalizar los intereses y necesidades de la población en un proyecto de transformación social de largo plazo. Estas problemáticas van más allá del propio mandato del actual presidente, pero sin embargo los grupos políticos de oposición se han esmerado metódicamente es hacerlo aparecer como el culpable de todas las desgracias que suceden en el país, incluso de la no clasificación de la selección peruana de fútbol al Mundial de Catar 2022 y hasta de movimientos sísmicos, así de cierto, por disparatado que suene, insania mental llevada a la política.
Sin embargo, el problema de la inestabilidad del Perú radica en una débil capacidad estatal, lo que va más allá de factores políticos. En ese sentido, es difícil que un Estado se imponga a una población donde el 70% de personas económicamente activas pertenecen al sector informal de la economía. Esta informalidad es fiel reflejo del deficiente papel regulador de las mismas instituciones estatales, las cuales están impregnadas por la corrupción. De hecho, el índice de corrupción del sector público del Perú supera a países como México o Argentina. Lo anterior tiene como consecuencia que, el Estado no ha podido canalizar los intereses de ciertos segmentos de la población ni tampoco ha podido estar presente en algunos territorios. Aquello se puede observar, por ejemplo, en que a pesar de que Perú tiene 55 pueblos indígenas reconocidos estos no tienen representación concreta en el Congreso, o en la inseguridad ciudadana, donde la popularidad de la campaña “chapa tu choro” en el 2015 evidenció el abandono del Estado de ciertas localidades vulnerables.
A pesar de que en la actualidad Pedro Castillo trabaja intensamente para enfrentar y dar solución a los graves y antiguos problemas del país, y requiere despertar la conciencia de todos los sectores para que entiendan que urge apoyar la gobernabilidad para enfrentar la crisis económica mundial que ya está tocando nuestras puertas. Deben entender que aquí no se trata de partidos, ni de nombres, ni de personajes, aquí se trata del futuro inmediato de la Nación. Y se trata de respetar y apoyar la voluntad democrática mayoritaria de los peruanos que optaron en las urnas por un cambio en la administración del Estado.
Dejemos que las instituciones como el Ministerio Público y el Poder Judicial hagan su trabajo frente a las investigaciones y posibles denuncias, pero no permitamos que se paralice el país por la utilización de estos aspavientos para ponerle zancadillas al accionar de un gobierno legítimo y democrático.
El gobierno de Castillo necesita fortalecerse, afinar la puntería y mantener el ritmo de los últimos meses, pero para seguir mejorando requiere no ser distraído por golpes bajos que no lo dejan avanzar en sus propósitos. Esto es algo que la oposición enfermiza debe meditar y darse cuenta que su no contribución a la gobernabilidad, es su apoyo al agravamiento de la crisis económica y social por la que pasa el país. O están con la solución o son parte del problema. Hasta la próxima semana mis amigos de Primera.

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