“Nuestra desesperación consiste exclusivamente en no dejar de plantearnos el sentido de la existencia como éxtasis”, decía en 1977 el entonces mortal Enrique Verástegui Peláez. Estas líneas, aparecidas en una revista por esos lares cronológicos, llega ahora como libro en ‘Memorias de Menorca’.
Para la mayoría de peruanos, el cañetano fue un destacado, si no un genio de la poesía. Más allá de sus demás vertientes artísticas y científicas, ingresó en la escritura integral. Ahora, en la celebración de sus 74 años, esto se confirma rotundamente.
Juegos de palabras, de ritmo, con belleza tan bondadosa como malvada, se han extraído del tercer ejemplar de la Revista Hispanoamericana de Literatura, publicado en el 2003. Las palabras de Verástegui retumban como si las hubiera escrito ayer.
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“Este mar dulce como un tranquilo Vivaldi a veces se encoraja y entonces resuena contra las cosas peor que cien orquestas tocando un allegretto de Tchaikovski”, nace de la minisección “Arpas eólicas”.
Quien derrumbara los esquemas de la poesía peruana –tan fanática a repetir y machacar lugares comunes, sean de fondo y forma– basados en la melancolía vallejiana, sigue vivo.
A casi seis años de su vuelo al más allá, Enrique Verástegui amenaza con más poemas y otras creaciones que aún no hemos disfrutado. Y él siempre cumple sus amenazas.
Extramuros
El creador de la sorprendente obra ‘En los extramuros del mundo’ se hizo carne el 24 de abril de 1950, y habitó entre los humanos hasta el 27 de julio del 2018. En los últimos años también se han reeditado más creaciones suyas.
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