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El asalto de los comandos. Dos hechos habían agotado, claro que en forma paulatina, la posibilidad de llegar a un acuerdo o una solución política a la crisis de la toma de la embajada japonesa en diciembre de 1996 en Lima por parte de una columna del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA),encabezada por el terrorista Néstor Cerpa Cartolini, ‘camarada Evaristo’.

Primero, la intransigencia de Cerpa al mantener como punto principal de sus exigencias, ante el gobierno de entonces, la libertad de los 456 de sus camaradas presos en todo el país, lo que llevó al entonces presidente Alberto Fujimori a decir que jamás aceptaría negociar con terroristas “con un fusil en la cabeza”.

Segundo, las negociaciones se estancaron en varias oportunidades, como bien lo sabe Domingo Palermo, pero la que creó más desconfianza entre los emerretistas fue la información del diario La República de que estaban cavando un túnel para rescatar a los cautivos. La protesta de los sediciosos tuvo lugar el 6 de marzo de 1997.

Luego, Cerpa y sus hombres ni siquiera quisieron hacer uso del asilo en Cuba, con apoyo de un Fidel Castro aún vivo. En consecuencia, para Fujimori ya no había otra salida que acelerar la construcción de túneles para que crucen, de una buena vez, los cimientos de la residencia donde estaban los 72 cautivos.

Es así como es los cuatro conductos subterráneos trabajaban las 24 horas del día y, en efecto, ya estaban próximos a la meta en la segunda semana de abril de ese año fatídico.

Ruidos de ‘comba’

Tanto que hasta el legendario almirante Luis Giampietri los escuchaba como ruidos de “comba”, según contó en sus testimonios, presagiando que había llegado la hora de la liberación largamente acariciada.

Esto porque las penurias y vejámenes pasados por los cautivos, incalculables y a veces indescriptibles, habían llegado a una situación límite y a delicados cuadros psicológicos.

Por eso es que Giampietri hizo saber con bastante anticipación a las Fuerzas Armadas y al SIN que, si nuestros comandos no entraban a la residencia, ellos saldrían por sus propios medios y riesgos.

Entonces, lo que originalmente era Nipón 96, había cambiado de nombre a la Operación Chavín de Huántar, en recuerdo a los laberintos subterráneos de la civilización preínca del mismo nombre.

Y para el éxito a nivel de inteligencia, podemos decir que hubo tres hitos importantes: el uso de un beeper, luego de una guitarra con equipos de escucha y transmisión y, finalmente, una Biblia con aparatos en miniatura de última generación que permitían una información fluida con el exterior.

Es así como es que el gobierno y los estrategas militares estaban informados al detalle de la rutina al interior de la residencia y del movimiento de los “cerditos” de Cerpa Cartolini, sobre todo de las horas en que jugaban fulbito o podían estar vulnerables o descuidados.

Llegado a este punto del apretado resumen, amigo lector, podemos concluir que a mediados de abril de 1997 todo estaba listo para que entren a tallar las armas, después de meses prácticas rigurosas de los más experimentados veteranos de guerra de las Fuerzas Armadas y de escoger, obviamente, las armas adecuadas.

El asalto

El 22 abril 1997, a las 15.23 horas, fue el inicio de la cuenta regresiva –de cinco a cero segundos– para el inicio de la Operación. En ese preciso instante los 142 comandos debían salir de los túneles y ejecutar la misión relámpago.

Y es que a esa hora estaban programadas las explosiones para abrir los boquetes y entrar a la residencia con el objetivo de neutralizar a los terroristas que en ese momento jugaban fulbito, según los informes de inteligencia desde el interior del inmueble.

No todo salió a la perfección, sobre todo en las detonaciones, con el añadido que los emerretistas se dieron cuenta, seguramente por la bulla subterránea y el movimiento, para de inmediato dirigirse a la escalera que va al segundo piso de la residencia donde además estaba su arsenal, en la habitación G.

Sobre la marcha y en forma instantánea se hicieron los ajustes y se oyeron tres explosiones que neutralizaron en el acto a cuatro terroristas y a otros dos que seguían a sus camaradas, a través de la citada escalera, detalla un trabajo de investigación realizada por el capitán retirado del Ejército, Elías León, bajo el título “Operación Chavín de Huántar… Cuestión de Estado”.

Es cuando el grupo Delta 5, al mando del comando Luis Marca Silva entra por la puerta principal y es el primero en entrar en combate y logran pasar a mejor vida a Cerpa Cartolini y a otro de sus adictos con tiros certeros a corta distancia, pero el problema era que seis de ellos habían logrado instalarse en el segundo piso.

En tanto, el equipo Delta 8 que logra ingresar por el balcón del ala derecha del edificio, planta su escalera y, cuando están a punto de ingresar, una explosión que provoca Delta 7 en la puerta de esa segunda planta (del área de servicios),lanza al jefe de aquel grupo, escalera incluida, cayendo sobre un auto.

Pero el comando se repuso de inmediato, es decir, colocó de nuevo la escalera e ingresaron a la habitación I. Así es como empieza la evacuación de los rehenes, entre ellos el diplomático Hidetaka Ogura, siendo evacuado por esa misma escalera –en medio de la balacera cruzada– y conducido, a través del respectivo túnel, a la casa contigua.

La peor parte

Para entonces toda la segunda planta estaba llena de humo denso y polvo producto de las explosiones que dificultaban la visión. Los Delta 7, al mando del veterano comando Hugo Robles del Castillo, que habían emergido de uno de los túneles, llevaron la peor parte de la contienda porque los sediciosos lograron parapetarse en la habitación G, la que era precisamente su almacén de explosivos.

Es por eso que atacaban con granadas y ráfagas de los AKM rusos calibre 7.62 que rebotaban de las paredes y herían a los comandos si acaso no los alcanzaban directamente.

Y los rehenes que se encontraban en el cuarto D, que daba a la terraza, después de las explosiones, logran abrir la puerta blindada y empiezan a salir con apoyo de los comandos, coincidiendo con la aparición del grupo Delta 6 de otro túnel cercano.

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Es cuando se ve, según los testimonios, al comandante Juan Valer Sandoval, precisamente ir al encuentro del canciller Francisco Tudela, quien recibe un disparo en el tobillo, siendo cubierto por Valer, siendo este víctima de ráfagas letales que le cegaron la vida a pocos minutos.

Tudela se salva y es auxiliado por otros comandos que ya están en el terreno, y la puerta se cierra no se sabe por qué razones y por el momento no pudieron salir los otros rehenes. Esto, hasta que seis minutos después otra carga explosiva permitió el rescate de todos los que estaban en las habitaciones C y después los de A y B.

Para entonces los terroristas de los cuartos G y H, habían logrado herir más de una docena de comandos y faltaban muchos rehenes aun por rescatar. Fue cuando se escuchó una gran explosión al parecer de un cohete de RPG y un balón de gas de la primera planta, que generó un gran incendio en el pasadizo, obvio por la cantidad de material inflamable en la residencia, sea cortinas, alfombras…

Y es en esas circunstancias que se pone a prueba el valor y estirpe de las Fuerzas Especiales peruanas que lograron doblegar a los terroristas y liberar -en medio del fuego y las balas- al Embajador Aoki y empresarios japoneses que salieron por el balcón del cuarto F al patio posterior para ser evacuados por un túnel a otra vivienda vecina.

Entretanto, el teniente Raúl Jiménez Chávez intentaba ingresar al cuarto H donde se encontraban los magistrados del Poder Judicial, pero fue ultimado.

El comando Robles del Castillo ordena que el comando Néstor Castañeda Sánchez y el teniente 2do Jean Pierre Jaureguy Robinson, de la Infantería de Marina, suban a la azotea para abrir un boquete con explosivos en el techo desde donde se le pasó a mejor vida a uno de los terroristas que más daño hizo a la patrulla de intervención desde el cuarto G.

 

Es así como el valor de nuestros soldados logró remontar una situación extremadamente adversa y cumplir la misión encomendada y abatir a los 14 terroristas. Solo así fueron evacuados, por la escalera que conduce a la primera planta del área de servicios, todos los magistrados que estaban en el cuarto H.

Y así acabó la historia de los últimos emerretistas que habían tenido la ventaja de disparar fuego graneado tanto hacia el lado derecho como al izquierdo del pasadizo e incluso sobre el jardín posterior.

Y es allí donde hubo más bajas de los comandos, resumido en 22 heridos, a lo que hay que sumar, en términos generales, las bajas del teniente Jiménez y del teniente Valer, además de un rehén asesinado, el magistrado Luis Guisti La Rosa.

El diario norteamericano The New York Times, en su editorial del 24 de diciembre de 1996, opinaba que el MRTA “ha atraído la atención mundial y avergonzado al gobierno peruano que estaba alardeando de haber derrotado al terrorismo”. Al poco tiempo se tuvo que morder la lengua.

El desaparecido Servicio de Inteligencia (SIN)

El grupo de Inteligencia, que dependía directamente del desaparecido Servicio de Inteligencia (SIN) estuvo al mando del coronel EP Roberto Huamán Azcurra. Según el general César Astudillo, el grupo estuvo integrado por 38 efectivos de diferentes armas y especialidades del Ejército.

Problemas del espacio

La dictadura del espacio no nos permite detallar las acciones de los grupos Delta y del grupo de los Alfa, al mando del coronel Leonel Cabrera; el Alfa 2 dirigido por Héctor García Chávez, Comando “Gacha”. El Alfa 3, al mando del Comando Vásquez; Alfa 4 con el comando Ricardo Pajares, sin mencionar el heroico Delta 7.
Y en el terreno civil la participación del cardenal Juan Luis Cipriani, de Domingo Palermo y otros.

Factor clave llamado inteligencia desde la embajada: beeper, guitarra y biblia con equipos de transmisión

La inteligencia, monitoreada por Vladimiro Montesinos para el rescate de los rehenes de la residencia japonesa empezó con un beeper que logró esconder en la entrepierna el rehén y comandante del Ejército, Roberto Fernández Frantzen, quien tuvo el buen tino de entregarlo al también rehén almirante Luis Giampietri.

Con este aparatito empezó la comunicación con el exterior, es decir con el SIN que ya había rodeado de agentes las casas vecinas.

Segundo, ante las limitaciones y el deterioro del beeper, al marino le enviaron, dizque de parte de su esposa, el “regalo” de una guitarra para combatir el tedio, con el añadido de que al interior de la boca de este instrumento se habían instalado aparatos de escucha, grabación y transmisión.

Tercero, estos equipos funcionaban muy bien, hasta que empezaron a fallar y de inmediato los muchachos de inteligencia le enviaron una Biblia, no precisamente para predicar el evangelio, sino para suplir, en un vacío hecho ex profeso al interior del libro, con equipos de última generación ante las fallas antes citadas.

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