POR LUIS LAMAS PUCCIO
Un tema importante que sirve de referente sobre el nivel o deterioro de la ética pública en nuestro país está referido al comportamiento y las actitudes que asumen los funcionarios públicos en sus distintos y diferentes niveles en el ejercicio y desempeño de su función como empleados del Estado.
Hablo del funcionario que desarrolla labores en la administración pública -sea por designación o elección–, refiriéndome por cuestiones de jerarquía desde el primer mandatario de la nación hasta un simple servidor del Estado de mínima jerarquía, transitando por los ministros, parlamentarios, militares, magistrados, jueces, policías, fiscales, directores, presidentes regionales, alcaldes y todos aquellos que de una u otra forma representan al Estado en cada una de las categorías que comprende la administración pública.
Sin ahondar en el contenido de nuestra historia republicana, en el sentido de que el Perú como nación en realidad contiene dos historias paralelas: la historia que aparece en los textos oficiales y aquella relacionada con la presencia constante de la corrupción en todos los niveles, lo real es que la impunidad y el menoscabo de la ética pública en alguna medida siempre han sido factores persistentes a lo largo de los años de nuestra vida republicana.
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