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Como todas las tardes, la pequeña Juliana (14) debe terminar rápidamente sus quehaceres diarios para ir a estudiar. Su salón de clases es un viejo y robusto árbol de algarrobo que ha crecido a unos pasos de su casa ubicada en el centro poblado Los Pocitos, en Sechura (Piura).

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La menor tiene que utilizar una escalera y trepar hasta la rama más alta para captar señal de internet. Se acomoda entre las ramas secas y, junto a ellas, cuelga un baldecito que ha improvisado como soporte para su celular mientras escribe en sus cuadernos.

Unas cuantas ramas protegen a Giuliana del inclemente sol del desierto de Sechura. A pesar de ello,  la menor se sienta todos los días durante tres horas en el viejo árbol que la vio nacer. De esta forma, a duras penas, capta señal para acceder a internet y así conectarse con su profesora y compañeros de clases.

En su pequeño pueblito, ubicado en el desierto sechurano, no hay un colegio de secundaria, por lo que se ha visto obligada a inscribirse en el colegio La Unión, que queda a kilómetros de distancia de su hogar, exactamente a tres horas. Por ese motivo aún sigue optando por la virtualidad a pesar de que ya se retomaron las clases presenciales.

Ricardo y Norma, padres de Juliana, dan aliento a su pequeña desde hace más de dos años para que siga luchando por su sueño de terminar la secundaria y convertirse en abogada o secretaria. “Me gustaría ser profesional para sacar adelante a mi familia”, dice la menor.

◼  Piden construcción de colegio de secundaria en la zona

La población del caserío Los Pocitos se asentó en el desierto de Sechura desde hace más de cien años. Viven de la ganadería y apicultura, pero las nuevas generaciones requieren de la tecnología y servicios básicos para desarrollarse, así lo señala Marco Ruiz, responsable de la Oficina de Participación Vecinal de la Municipalidad de Sechura.

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La institución educativa primaria Nueva Esperanza, ubicada en el caserío El Sauce, queda a dos horas de Los Pocitos. Los niños que terminan la primaria en este colegio, deben iniciar la secundaria en La Unión de Sechura, ubicado a tres horas del mencionado caserío.

Muchos de los menores no tienen las posibilidades de trasladarse hasta el colegio la Unión, por lo que se ven forzados a truncar sus estudios, como el caso de Estelita Pingo, quien está por terminar la primaria y no sabe si podrá continuar con sus estudios.

Juliana es un ejemplo de lucha y persistencia. A pesar de que la pandemia del COVID-19 dificultó su educación secundaria, ella se las ha ingeniado para continuar con sus clases virtuales. La menor tiene la esperanza de que las autoridades vean el caso de su comunidad y atiendan así el pedido para la construcción de un colegio cercano, a fin de que los niños de la zona tengan más posibilidades de superación.

“Señor presidente, no se olvide del caserío Los Pocitos”, exclama la familia de la estudiante.

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